La violencia de género es una realidad amplia, pero, inevitablemente, cuando hablamos de violencia de género solemos pensar en la violencia machista, esto es, la violencia física ejercida por un hombre sobre su mujer. En este caso se trata de un abuso de la capacidad de violencia del hombre sobre la mujer (dicha capacidad potencial tiene el poder de coaccionar, de amedrentar). Se han apuntado muchas causas, siendo la superior fuerza física del hombre respecto a la mujer, la primera. La segunda es, bajo mi punto de vista, la baja tolerancia de nuestra naturaleza más instintiva y dominante a los cambios sociales que propugnan una igualdad entre género. Yo mismo, quien os escribe, y como hombre, reconozco que existe en mí esa baja tolerancia y esa sensación machista -a veces frustrante- de haber “cedido terreno” a la mujer en pos de la igualdad. Sin embargo, mi consciencia – dejando de lado mis instintos más simiescos- y mi voluntad están absolutamente a favor de la igualdad de género y en contra de la violencia machista y de todo tipo. Ese deseo no me libra, desafortunadamente, de ese animal dominante que todos los hombres poseemos en nuestro interior. Por lo tanto, para erradicar la violencia machista es menester detectar nuestros propios instintos negativos, que, cual mala hierba crecen, cortarlos y ponerlos a “disposición judidicial” de nuestra propia consciencia.
Publicado en www.escritoresatlantis.com
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