1.- ¿Nos avanzas algo de tu novela ‘La dalia blanca’?
Bueno, es una novela negra bastante clásica. Tenemos un poco de todo: policías corruptos, reporteras, crisis social subyacente… Lo único que falta es tráfico de sustancias psicoactivas como uno de los elementos dominantes de la trama. Pero sí que hay sustancias psicoactivas, porque de eso siempre hace falta en un relato o una novela.
La trama sigue a una reportera recién reincorporada a la redacción después de haber estado de baja durante unos meses y perder a la persona más importante de su vida, así que está ansiosa por algo, lo que sea, que la saque de su propia cabeza.
2.- Homenaje claro a ‘La dalia negra’, ¿cómo, cuándo y por qué surge la idea?
Creo que la idea se me ocurrió cuando estaba de Erasmus en Dublín –gran ciudad, mejor persona– y empecé a darle vueltas a uno de los misterios que más me fascinan de Los Ángeles. Sin embargo, la novela en sí llegó un poco más tarde, después de aclarar en mi cabeza cómo iría toda la historia, me di algo de tiempo y me puse a leer un poco de distintas cosas. Al final, una vez satisfecho, me puse a escribir. Lo más importante fue la protagonista y, antes de eso, tuve que informarme un poco de Agness Underwood, el arquetipo de reportera hardboiled y, supuestamente, la primera persona en llegar a la escena del crimen donde se encontró el cadáver de Elizabeth Short, la famosa dalia negra.
Leyendo un poco sobre la reportera, vi algo que me dio mucha rabia. Según cuentan las historias, Underwood sabía quién mató a Short, pero nunca lo publicó por líos dentro del mundo del periodismo de la época. No solo eso, sino que, años más tarde, le preguntaron si lo sabía y dijo que sí, pero que ya no merecía la pena sacarlo a la luz porque se habían salido con la suya. Habiendo estudiado periodismo, evidentemente, no me gusta que esto pasase y, no sé… decidí que en otro mundo, pues, habría salido a la luz.
3.- Pero también contiene algún que otro elemento que la acerca al género fantástico, creando escenarios que recuerdan a nuestro mundo pero que no lo son exactamente… Esto nos ha parecido bastante original.
El mundo donde tiene lugar es uno donde he escrito más historias y está muy inspirado por uno de mis cómics favoritos, Hellblazer. Recuerdo que, en 2014-2015 me leí los 300 ejemplares originales de Hellblazer y algo encajó. Siempre he estado buscando un mundo y la combinación de El Gran Lebowski con Hellblazer me llevaron hasta el mundo de Sarah Buttle y Nephilim. En este universo, la magia es una realidad, aunque es algo que nunca me he molestado en definir demasiado, porque, al final, intento anclar las tramas, más bien, en relaciones interpersonales y cosas más humanas. Aunque, cierto es que en algún relato la magia ha sido un elemento fundamental.
La magia es una herramienta espléndida para una novela de misterio, sobre todo si las normas y límites parecen consistentes, pero no están completamente definidos. Mientras uno pueda entretener al lector sin hacerle –demasiadas– trampas (que, en la novela negra, a veces es necesario, especialmente cuando la historia se cuenta en tercera persona), todo vale.
Y, también, todo mejora si hay magia. Aunque no sea la magia tradicional, sino algo distinto.
También diré que el salirme de el mundo real a la hora de crear un mundo me daba una cancha interesante a la hora de crear otros referentes culturales y costumbres. Mi detalle favorito es que el aperitivo tradicional de este mundo no son las patatas fritas, sino el banano frito.
4.- ¿Cómo dirías que es tu estilo como escritor? ¿Cómo se relacionan el Carlos Ors lector y el Carlos Ors escritor?
Pratchett. Antes de nada, siempre Pratchett. Ha sido el autor que más me ha influido y todo lo que he leído de él siempre me ha impulsado como escritor. A medida que ha pasado el tiempo, he encontrado otros autores, por supuesto, como Kurt Vonnegut o Akwaeke Emezi o A.R. Moxon, pero siempre estoy a la caza de alguien que tenga el equilibrio entre trama, seriedad y humor de Pratchett. Espero encontrarlo algún día, pero a saber.
Y la relación entre el lector y el escritor es… rara. Porque cuando uno escribe una historia, ve todo el andamiaje y entiende las trampas que puede que otros autores hagan, así que cuando leo ahora, aunque sigo haciéndolo con pasión, lo que hago es cazar ideas, semillas que me puedan servir para seguir construyendo mis castillos de naipes antes de que se caigan o se los lleve el viento.
Y a la hora de definir mi estilo, siempre he intentado escribir como una ametralladora, marcando un ritmo que resulte fácil y cómodo de leer, así como ligero para, de vez en cuando, partirlo todo con frases incómoda y desagradablemente largas.
Ahora bien, cuando escribo ensayos, tiendo a enrollarme como las persianas, porque al estar en este rollo, le cojo alergia a la tecla del punto.
Añadiré que mi estilo a la hora de escribir se ancla en que, y esto es importante, no tengo ni idea de nada.
5.- ¿Cuál el último libro que has leído?
Bueno, el último que leí, si no me confundo, fue Pet de Akwaeke Emezi, pero no estoy seguro, porque estoy todo el rato con algún libro o cómic. Por ejemplo, el último cómic que me leí entero fue, creo, Transmetropolitan. Pero a saber. Ahora mismo me estoy leyendo The Revisionaries de A.R. Moxon, uno de los libros más ambiciosos que se han escrito en los últimos años. Es una aventura filosófica que trata la labor del autor, la labor del lector y todo lo que pasa entre medias, porque, como todos sabemos, el autor está muerto. Y, si no lo está, está borracho y abrazado a una farola. Como debiéramos hacer todos.
Lo que sí quiero decir antes de acabar es una frase de A.R. Moxon:
The observation of art is the only art
La observación del arte es el único arte.