La gente suele sentirse atraída y abrigar envidia a la vez por las personas que poseen un fuerte sentido de la superación a la par que una fuerza de voluntad inquebrantable. Yo que carezco de ambas cualidades, me decanto más por los que caen y vuelven a levantarse, por los que luchan por sus sueños contra viento y marea, no movidos por la ambición personal sino por un sentido de la ética y una coherencia interior, intachables.
Si además esta lucha es a favor de la cultura, mi admiración es plena, porque sólo un hidalgo de ascendencia quijotesca podría emprender hoy en día una empresa tan complicada, que se asemeja más a una carrera de obstáculos que a un objetivo tangible y real. Por esto apoyo a Ediciones Atlantis y admiro a su Editor y a todos sus colaboradores que hacen posible que los sueños de otros se hagan realidad. Con esto no quiero decir que sean perfectos ni pretendo elevarlos a los altares, ya que no se trata de Santos. Pero en sus incoherencias y humanas equivocaciones, consigo ver un destello de cierta heroicidad. Quién sino, hoy en día, en la era de la ignorancia institucionalizada, se tomaría la molestia de dejarse la piel en editar y promocionar a autores noveles, quién se atrevería a hacerse un hueco entre las grandes editoriales para organizar acontecimientos y actividades que promocionen la cultura, quién se lanzaría a buscar y a encontrar el consentimiento de escritores conocidos y más afirmados. No son perfectos, ni nunca han pretendido serlo, simplemente intentan, con su labor, mantener la dignidad de una pequeña empresa y hacer que la voz de quien tiene algo interesante que decir, no quede en un cajón.
El camino de la Editorial ha sido largo y lleno de baches, con una evolución digna de admiración: por este motivo me exaspera que haya personas que puedan criticar su cometido, ya que quien lo hace crítica, en cierto modo, el trabajo de quien sigue escribiendo y publicando para Ediciones Atlantis. Como si no fuera suficiente tener que lidiar diariamente contra un sistema que hunde la cultura, J.D. Álvarez, el Editor, tiene que enfrentarse a los que desde el interior, minan sus fuerzas a base de golpes de ego y despecho literario. Hagamos, todos, una reflexión, seamos editores, autores, lectores, distribuidores o libreros, y dejemos de luchar cada uno por su lado, uniéndonos porque la cultura no decaiga nunca. J.D. Álvarez lo está intentando desde hace tiempo, incansable: sólo por esto merece todo nuestro respeto.
Publicado en www. escritoresatlantis.com
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