La escritora atlante Carlota Lama ha escrito una bellísima reseña de la última novela de la también autora de nuestra editorial Francesca Valentincic, "Cuando el día cambia de color". En sus líneas muestra la obra como un contenido que enreda al lector y le lleva a hacerse reflexiones muy íntimas y personales.
Te dejamos a continuación las palabras de Carlota.:
Acabo de terminar esta novela escrita por Francesca Valentincic, compañera y amiga de nuestra editorial Atlantis. Coincidimos este año en la Feria del libro de Madrid y pudimos compartir algunas experiencias, no muchas ya que la afluencia de gente lo hacía complicado. Sabía que, en su día, había ganado el premio Isla de las Letras y que éste era su cuarto libro pero aún no había leído nada suyo. Ahora puedo afirmar, sin lugar a dudas, que Francesca es una de esas escritoras que forman parte de ese mundo literario auténtico y casi oculto que sobrevive con esfuerzo en este país. Para empezar quisiera decir que editoriales como Atlantis, que se parten el alma para sacar adelante de forma independiente trabajos inéditos y que apuestan por sus autores, la mayoría desconocidos, de forma incondicional, son las que nos ofrecen oportunidades para que nuestros libros, que de otra forma no podrían salir a la luz, puedan publicarse. Ahora bien, todos sabemos la dificultad que supone ser independiente, crítico con lo establecido o poco comercial aunque la calidad sea excelente. Y así nos encontramos con que los esfuerzos y el buen hacer pueden pasar desapercibidos en esta sociedad devoradora de los valores que no sirven para vender. A eso me refiero cuando afirmo que Francesca ha entrado en ese mundo literario auténtico pero casi oculto. Por mi parte, comienzo a ser de la opinión que, hoy en día y tal y cómo están las cosas, el triunfo social ha dejado de merecer la pena ya que implica doblegarse a unos esquemas y valores que no comparto. No quiero decir que un escritor no desee ser leído, que por supuesto es uno de los principales objetivos cuando uno se sienta a escribir, sino que en mi caso sería incapaz de escribir pensando en lo que puede ser un éxito de ventas.
“Cuando el día cambia de color” es una gran obra, un thriller psicológico que leí casi de un tirón y que me transportó durante horas a la Asturias que tan bien conozco. Entré en la casa de la cala con Blanca, su protagonista, y seguí entrando en la novela que ésta estaba escribiendo de la mano de Lucía, la segunda protagonista. Y volví a entrar en los cuentos que ésta última escribía, viéndome así envuelta en una serie encadenada de narraciones que me parece magnífica. No es fácil transportar al lector de una ficción a otra sin perder el enlace que las une ni el interés por la narración en su conjunto. Francesca lo logra con suavidad y sin aparente esfuerzo consiguiendo mantener al lector atento hasta el último momento. Utiliza para ello la intriga como recurso literario de forma perfecta y logra con las cartas de la parte final de la novela que la ficción gire sobre sí misma una vez más. Un lenguaje culto, rico, incluso sorprendente en una escritora nacida en Italia, y que demuestra el dominio absoluto que ha adquirido de nuestra lengua. También considero que “Cuando el día cambia de color” es un ejemplo de cómo una novela sin diálogo alguno mantiene intacto el interés durante todo el relato.
No puedo dejar de mencionar las reflexiones que aparecen a lo largo del libro y que, además de ser brillantes, lo enriquecen sin sobrecargarlo, ya que son ligeras y están bien equilibradas dentro del proceso narrativo:
“¿Cuánto tiempo dedicamos, a lo largo de nuestra vida, a la tarea de pensar en personas que no imaginan ser el blanco de nuestros pensamientos? ¿Cuánta energía dirigimos unívocamente hacia amigos, conocidos y amantes que ya no están cerca de nosotros pero que de forma continuada o cíclicamente llenan nuestra mente? Ellos desconocen nuestros buenos deseos, nuestros inmejorables auspicios para que sus vidas sean llenas y felices. Tampoco están al corriente de la oportunidad que se les brinda de permanecer jóvenes e imperecederos hasta que se apaguen nuestros recuerdos, lo cual supera con creces cualquier posibilidad real de juventud eterna. Por no hablar de las personas vislumbradas unos instantes desde un tren en una estación o de un compañero de viaje ocasional que nos acompaña durante las pocas horas que dura el trayecto. Algunas de esas personas quedan vigorosamente ancladas a nuestros recuerdos por aquel poderoso motivo que desde siempre fascina a la humanidad, que no es otro que la sensación de que algo hubiera podido ser y no fue”.
¡Precioso!
Recomiendo la lectura de este enriquecedor libro y puedo afirmar con seguridad después de haberlo leído que sus otras novelas también merecen la pena. Enhorabuena, Francesca.
Carlota Lama