Llevo más de sesenta y cinco años formando parte de esta especie humana, frecuentemente tan inhumana. A lo largo de toda esta vida, he visto, vivido, escuchado dentro de mi entorno, demasiado cercano a veces, todo tipo de casos de acoso, maltrato y violencia de género. Mi mente de mujer pacífica pretende entender el por qué de este tipo violencia tan inútil, absurda y despiadada, bien es verdad que como todas. Por mucho que lo pienso no encuentro ninguna violencia que sea útil, sensata o aceptable. Me aferro a la idea de que con la educación esta lacra podría desaparecer pero me encuentro con que personas con educación exquisita han sido tristes protagonistas de este fenómeno como es el caso de un músico que, entre otras barbaridades, arrojó por la ventana el chelo de su pareja, también profesional, y buena amiga mía, para que ésta no pudiera volver a tocar con él. Busco otras causas, como las religiones, especialmente las monoteístas que son las que nos rodean. Durante siglos éstas han relegado a las mujeres a un segundo plano provocando así un sentimiento de superioridad masculina que les lleva a pretender el dominio absoluto de su pareja y sin embargo me encuentro con que personas agnósticas o ateas abusan y matan a sus parejas. También busco causas en la tradición y la cultura que impregnan las sociedades, en muchos casos inseparables de esas creencias religiosas y es fácil comprender que la impronta cultural que vamos absorbiendo a lo largo de nuestra vida influye definitivamente en nuestras formas de actuar. No tengo datos qué pasa, por poner algún ejemplo, en países orientales no musulmanes o en etnias animistas africanas. Posiblemente la sumisión absoluta de la mujer a sus roles establecidos no de pie a tanto maltrato. Me remonto a la historia para intentar averiguar si esta violencia disminuye con el aumento de la civilización, en el caso de que ese aumento sea cierto, cosa que a veces llego a dudar. Me encuentro con que, aunque haya menos casos de maltrato, el mero hecho de que seamos más civilizados, (repito, si lo somos) hace que los casos que en la actualidad ocurren sean mucho peores precisamente porque ahora somos más conscientes del mal que hacemos. Es más, gracias a la sofisticación que produce el avance se utilizan fórmulas más rebuscadas de maltrato dentro del acoso laboral, el psicológico o el económico. Sigo buscando factores externos y me paro en las drogas, incluido el alcohol, causantes de muchísimos conflictos familiares. La pobreza que provoca la injusticia social, la angustia de no llegar a fin de mes, o incluso de no tener ni casa donde vivir disparan los conflictos familiares. Se me ocurre pensar que quizá sea la necesidad de igualdad que ahora tienen la mujeres y que les lleva a participar más activamente en la sociedad lo que produce esas tensiones dentro de las parejas pero encuentro casos en los que la mujer no sale de casa y es igualmente maltratada. Analizo el cuerpo del hombre, hablo del hombre ya que la mayoría de los casos de violencia la comenten ellos, y busco diferencias. Es obvio que las hormonas masculinas pueden producir más agresividad que las femeninas, y que la constitución masculina le otorga más fuerza física y con ello más dominio físico sobre la mujer. La función histórica del macho era cazar y defender y la de la hembra procrear y cuidar. Por último, me queda la mente. La mente humana que no deja de sorprenderme después de vivir tantos años. La capacidad que tenemos de engañarnos, darle la vuelta a la realidad, auto-convencernos de lo que nos conviene, crear enemigos que no lo son, buscar culpables para esconder culpabilidades propias, buscar creencias que escondan nuestro terror a no entender nada. La complicadísima mente humana que tanto ha llegado a conseguir en este planeta y que también puede llegar a ser nuestro peor enemigo.
Seguro que me quedan causas que no he mencionado pero al final, siempre llego a una conclusión. Es la mezcla de muchos factores lo que lleva a los hombres a practicar la violencia de género contra las mujeres. Los casos extremos, como atacar a los propios hijos para hacer sufrir a sus parejas, como por ejemplo el espantoso caso de los niños de Córdoba, o el niño gallego que fue quemado vivo dentro del coche de su madre, solo se pueden explicar con la total y absoluta maldad que se esconde dentro de algunas mentes, aunque a veces el límite entre la maldad absoluta y la enfermedad mental sea muy difícil de delimitar.
Agradezco a nuestro editor la idea de publicar esta antología, la valentía y la fuerza que ha tenido para escribir el maravilloso prólogo que abre este volumen. Gracias por la oportunidad que nos da a los escritores que participamos de utilizar, como él mismo dice, el arma de la palabra, para denunciar los abusos, acosos y maltrato. Gracias también a mis compañeros de relatos por participar en esta antología y colaborar como escritores a que este suplicio social que padecemos se denuncie más y se conozca mejor. Aunque no soy demasiado optimista con el porvenir de esta especie en la que me encuentro, sí soy luchadora y no puedo dejar de pensar que siempre se pueden perseguir utopías.
Carlota Lama.
Publicado en www.escritoresatlantis.com
No hay comentarios:
Publicar un comentario