El menoscabo hacia la mujer sigue siendo una “costumbre” que practicamos toda la sociedad. Creo que es violencia de género todo acto que anule una parte de la mujer. Y digo violencia y no simplemente machismo porque, aun asumiendo que están íntimamente relacionados, esta violencia parte de un acto intencionado de cada uno de nosotros que provoca un agravio físico o psíquico cada día contra las mujeres. Y lo peor, si nos cuesta identificarnos como agresor, más aún como agredido. El año pasado leí un libro de Virgine Despentes (La teoría de King Kong) en el que en un capítulo cuenta como dos chicas con el pelo azul y minifalda son violadas y, sin embargo, no lo cuentan ya que, debido a su indumentaria, no quieren pasar por el mal trago de “se lo merecían”. El libro lo debatimos entre unas cuantas amigas y, entre muchos otros sentimientos, nos sacó una confesión. Todas habíamos sufrido alguna tipo de agresión por un hombre y no nos lo habíamos contado porque no queríamos convertirnos en víctimas. Existe un tipo de vergüenza de género que nos hace justificar este tipo de actos para no ocupar, de forma consciente, ese papel. El problema es que, si no les identificamos por su nombre, estamos contribuyendo a que esta “costumbre” se convierta en dogma.
Publicado en www.escritoresatlantis.com
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