Fernando Jiménez Alburquerque: Ciudades podría considerarse "una lírica y a la vez descarnada representación del urbanita moderno"

Ediciones Atlantis presenta 'Ciudades', un libro de relatos escrito por el autor madrileño Fernando Jiménez Alburquerque en el que el lector se encontrará con diversos protagonistas anónimos que viven en grandes ciudades. En boca de uno de ellos, Ciudades podría considerarse “una lírica y a la vez descarnada representación del urbanita moderno”, urbanitas que viven en Madrid, Buenos Aires o Nueva York, en la actualidad o en los años sesenta, llevando al límite las posibilidades que les ofrece el dédalo de la gran ciudad.

¿Qué te impulsa a escribir? 
Aunque parezca redundante y obvio, la vocación literaria, que en mi caso se manifestó tarde, bastante después de la vocación científica. Para mí, la escritura es sólo una especie de transmutación de la lectura en texto. En otras palabras, lo que me impulsa a escribir es el deseo de fabricar eso que me hace disfrutar tanto como lector: textos narrativos. 

¿Te ha inspirado alguna persona o alguna situación en particular a la hora de escribir tus relatos? 
Debo decir que no. Todos los relatos son artificiales en el mejor sentido de la palabra, es decir, pura ficción. Es cierto que algunos personajes, pocos, tienen rasgos físicos o psicológicos de personas de mi entorno, incluso yo mismo aparezco en uno de ellos, pero he tratado de mantenerlos alejados de modelos reales para que no se malinterpreten o parezca que rozan la caricatura, de tal manera que sólo cumplan su papel en la ficción. 

¿Crees que cada una de tus historias solo podría desarrollarse en las ciudades que has elegido para protagonizar cada uno de tus relatos? 
Salvo uno o dos, el resto está muy ligado a la ciudad donde se desarrollan. Es el caso de Un día en Nueva York y Waltz for Lola, debido al tono pseudo-noir del primero y a la estrecha relación con el jazz que guarda el segundo, tipo de música que está muy asociado a Nueva York por motivos históricos y artísticos. Lo mismo ocurre con Noche escatológica en Madrid, que se nutre del ambiente nocturno de la ciudad en el barrio de Malasaña, un ambiente muy particular, como sabe quien ha vagabundeado por allí alguna noche. 

En cada uno de tus relatos vemos como adaptas tu estilo literario en base a las historias que narras ¿Cómo consigues esa versatilidad? 
Gracias a las lecturas. Para todo escritor, la lectura es una actividad seminal, además de complementaria a la escritura (y de la misma relevancia, diría yo). Un bagaje amplio de lecturas te permite desarrollar la intuición literaria, además de conocer distintos estilos y tradiciones. Una vez he prefigurado la historia del relato, la relectura de algún texto en concreto me ayuda a fijar el tono y el estilo. Por ejemplo, Frío en Avenida de Mayo está emparentado con el relato fantástico, pero no en un sentido amplio, sino con el relato fantástico de tipo borgeano (al menos por la presencia de textos antiguos y oscuros, y también tradiciones esotéricas), de ahí la conexión con Buenos Aires. La relectura de alguno de sus cuentos ayudó a que lo terminara. 

¿Quién crees que disfrutará más con su lectura? 
Me gustaría pensar que cualquiera que la emprenda. Como hemos comentado, los relatos son de distinto tipo, tono, temática e incluso localización. El lector puede buscar dentro hasta encontrar algo que le resuene. Una de las ventajas de los libros de relatos es que no es “obligatorio” leerlos de principio a fin: puedes saltar de un relato a otro hasta encontrar uno que te atraiga. 

¿Qué se va a encontrar el lector en ‘Ciudades’? 
Como se dice en la contraportada y en el prefacio, una muestra de narrativa breve en todos sus formatos, desde el microrrelato hasta la novela corta. He intentado que sean diversos, divertidos y de lectura accesible. También que tengan varias capas. Por ejemplo, en Ángela no quiere subir al cielo no pude evitar el influjo de Saul Bellow (salvando las distancias), y la multitud de referencias de tipo culto, que yo intercalo con mucha más torpeza que Bellow, claro está, acaba convirtiéndose en uno de los rasgos del protagonista, en parte de su pedantería. El lector puede entretenerse tratando de captarlas todas o, por el contrario, detestando a Julián por repelente. 

En resumen, lo que me gustaría que el lector encontrara es una lectura agradable y amena, unas cuantas horas de buena ficción. 

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