Entrevista a Carmen Simón: "Me dejo llevar por lo que desde dentro emerge, tratando de reconocer cómo pide ser contada la historia"

Ediciones Atlantis publica ‘Todo va a estar bien’, una novela urbana de la autora mexicana residente en Barcelona,  Carmen Simón Pinero,  que nos acerca a la violenta realidad de su país de origen al tratar un tema que afecta a la sociedad como es el de la narcotráfico y sus secuelas violentas. Esto es lo que nos adelanta Carmen sobre su novela.



¿Cómo surgió la idea para escribir esta novela?
La idea, en realidad, me atrapó a mí. Estuvo rondándome por la cabeza durante varios meses hasta que ya madura, por su propio peso cayó en palabras. Pero, ciertamente, durante el proceso de la escritura fue gestándose a la par la historia paralela que toca el tema de la narcodelincuencia, que nos afecta tan cercana a los mexicanos. Y es que yo no planifico para escribir, ni mucho menos fijo estructuras que casi siempre aprisionan a la narración. Me dejo llevar por lo que desde dentro emerge, tratando, también, de reconocer cómo pide ser contada la historia.

¿A quién va dirigida esta obra?
Al escribir, no pienso en dirigirme a un público en particular, escribo lo que me sale del alma sin preocuparme si gustará, si casa con lo que el mercado exige, si es la moda. Aunque ahora, pensando en esa dirección, podría decir que incluso cuando trato un tema por un lado intimista, el de la familia, y por otro, el del impacto de la narcodelincuencia en la vida cotidiana del mexicano, ambas vertientes tienen una cualidad universal. Todas las familias tienen sus propios dramas, este es uno de ellos, y todas las sociedades, más cerca o más lejos, lidian actualmente con el narcotráfico y sus secuelas violentas.
Por ello, y respondiendo directamente a tu pregunta, pienso que esta novela está dirigida a un público al que por supuesto le interesa la literatura, pero también, hacia aquel que está atento a sus emociones y al impacto de la realidad de nuestras sociedades.

¿Sigues escribiendo?
Escribo ya desde hace muchos años, no me puedo imaginar la vida sin la escritura. Ciertamente me convierto en una criatura insoportable cuando no escribo. Crecí dentro de una familia en donde los libros siempre tuvieron una presencia destacada, y en la que varios de sus miembros se han dedicado a la labor editorial, por lo que desde pequeña leía mucho y soñaba con escribir.
Escribir, o mejor dicho, dedicarle tiempo a escribir, en mi caso ha sido casi siempre contra viento y marea, robándole el tiempo al trabajo, a la familia, a la pareja, a mí misma, y por qué no decirlo, soportando la incomprensión de mucha gente de mi alrededor que piensa que si escribir no es un buen negocio, entonces escribir es una treta de haragán. Aun así, he conseguido producir un buen trabajo literario, publicar en México y ser traducida al inglés, y ahora ver publicada mi novela en estas tierras tan queridas por mí.
Actualmente estoy trabajando en un libro de cuentos y en otra novela, los cuales espero tener listos para fin de año.

¿De qué se alimenta tu escritura?
De lo que vivo, de lo que me acercan los sentidos, de los otros, y muchas veces de cosas que no sé de dónde han salido. También, el mundo de los sueños es una fuente inagotable de inspiración. A veces mis sueños cobran tal intensidad, que aunque me despierte, durante varios días sigo sintiendo las emociones que ahí experimenté y, en ocasiones, hasta puedo llegar a confundirlos con la realidad. Me impresiona mucho la distorsión de la realidad, el ridículo, el mundo de los desesperados, el de los locos, la transgresión de los límites, el ver lo que otros no ven, y me obsesiona la carrera del conteo regresivo cuando nuestras horas están contadas y no lo sabemos.

¿Cuál es tu autor de referencia?
Sin dudas, el uruguayo Mario Levrero, con quien tuve la suerte de convivir muy de cerca y aprender a escribir con el alma. Por supuesto, también hay otros autores que han ejercido influencia en mi escritura, como Juan Carlos Onetti y Alejo Carpentier, y muchos más que han enriquecido mi trabajo, entre los que puedo mencionar a António Lobo Antunes, John Fante, Felisberto Hernández, Rosa Chacel, Manuel Puig, Jorge Semprún, Carlos Fuentes, Albert Camus, y otros más.
A estas alturas, además, voy reconociendo las mejores cualidades en ellos. Por ejemplo, nadie como Levrero para sumergirse hasta la asfixia en mundos de laberintos oníricos, nadie como Onetti para darle vida a lo que parece muerto, Carpentier para describir y hacer cantar a los objetos, Lobo Antunes en su fluir de consciencia manipulando diversos planos a la vez, Fante y Chacel para la memoria intimista, Hernández para ver lo que no se ve, Puig el maestro del diálogo, Semprún el mejor en la cámara lenta, Fuentes como arquitecto narrativo, Camus un as para armar ambientes emocionales. Y así es como voy alimentándome de todos ellos.

¿Cuál es el último libro que has regalado?
El viejo y el mar, de Ernest Hemingway, que es una de las más hermosas historias escritas sobre la fuerza de la amistad.

En tu caso… ¿El escritor nace… o se hace?
No creo en las fábricas de escritores, los que surgen de ahí serán efímeros en su gran mayoria, en términos de buena literatura. Se nace o no con esa cualidad, cierto, pero no es suficiente. Hay todo un camino largo por recorrer para llegar a ser escritor. En los talleres literarios que tengo a mi cargo, que son de lo que podría llamarse la escuela Levreriana, mi tarea es orientadora, les presento las herramientas o recursos literarios para la escritura y los pongo directamente a escribir, hurgando en su interior; evito a toda costa el estudiar técnicas que solo les roban la voz propia. En mi experiencia de más de quince años, y ya habiendo formado a una generación de escritores que están publicando, he llegado a la convicción de que solo ejercitando la escritura es como se llega a dominar el oficio. A escribir se aprende escribiendo.

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