Ediciones Atlantis presenta este 25 de septiembre ‘Juno: Los días malditos’, una novela fantástica de la autora barcelonesa residente en Granada, Alexandra Magdalena Mironesko, protagonizada por hadas, brujas y maldiciones. En sus páginas encontrarás valores como la amistad, la solidaridad y la valentía de poder afrontar las adversidades de la vida, así como la apertura de mente ante un mundo nuevo.
¿Cómo surgió la idea para escribir esta novela?
La idea surgió a partir de muchos factores. En un principio, deseaba escribir una historia de fantasía que se asemejara un poco a un cuento clásico de hadas y magia, con brujas, príncipes y sobre todo, con maldiciones. Estando en una clase de la universidad estudiando sistemas de escrituras antiguos, comencé a crear una escritura propia, y de alguna manera creé una pequeña civilización ficticia que tenía su lugar en un mundo fantástico. Yo ya tenía en mente, desde hacía unos años, que quería escribir una novela en la que el protagonista viviera con una maldición, pero no tenía ningún contexto ni base en la que empezar a contar esa historia. Con la casual creación de esa civilización, empecé a encajar piezas y reciclar cientos de ideas que yo tenía antes rondando por mi cabeza. No fue ni de lejos una idea que surgiera de forma casual; el primer esquema de la historia requirió de mucho tiempo enlazando ideas y conceptos hasta darle la forma que quería y que posteriormente desarrollé.
¿Cómo fue el proceso creativo de la misma?
Como he comentado antes, dos elementos primordiales fueron los que dieron vida a la novela: una fue la decisión de contar las aventuras y peripecias de un personaje que carga con una maldición, y la otra fue la casual creación de una pequeña civilización tras inventar un sencillo sistema de escritura ideofonográfico. Cuando logré mezclar bien esos dos conceptos, comencé a pensar e imaginar qué clase de historia quería contar, qué clase de aventuras iban a ocurrir, pero sobre todo, cuál sería el principio y el final. A partir de ahí, empecé a escribir y la historia siguió su curso con más naturalidad de la que esperaba; a decir verdad, gran parte de ella se escribía sola y fue un proceso muy intuitivo. Al ver que el argumento iba tomando forma de manera natural, pude moldearla después un poco a mi gusto. Tomaba muchas notas, escribía algunas escenas sueltas siempre que podía y, ante todo, anotaba muchos detalles del mundo en el que transcurre la historia, aunque sean datos que luego no tengan mucha presencia. Le di mucha importancia a la idea de que, al crear un mundo fantástico, debía de ser diferente al nuestro en aspectos que consideramos cotidianos, lo que me permitió no sólo crear la historia, sino también su contexto y situación. Fue un proceso muy largo que a día de hoy continúa.
¿Quién disfrutará más con su lectura?
Seguramente adolescentes y jóvenes adultos aficionados al género de fantasía, aunque en realidad cualquier fanático de este género puede darle una oportunidad.
¿Tienes ya en mente algún nuevo trabajo?
Por lo pronto la segunda parte ya está en marcha, pero muy a mi pesar se me ocurren muchas más ideas para otras historias que no quiero desaprovechar, lo que a veces desemboca en una mala organización de mi tiempo o en la imposibilidad de escribir otras novelas.
¿Tienes alguna manía a la hora de trabajar?
Me gusta mucho escribir con música, pero de géneros muy específicos, como bandas sonoras de películas o de estilos muy concretos. También me gusta mucho escribir fragmentos sueltos de escenas que ocurren mucho más tarde pero considero clave, y me encanta rellenar libretas con datos o información sobre las novelas; tanto, que a veces escribo más sobre las novelas que las novelas en sí. De la misma manera, suelo dibujar mucho a los personajes de mis historias, diseñarles las armas, los edificios, mapas, etc.
Si te pregunto por tu libro favorito… ¿Qué título es el primero en el que piensas?
Por valor sentimental, diría que El concurso de brujas, de Eva Ibbotson, que rescató la imagen de bruja malvada y oscura que se había ido diluyendo con la fantasía contemporánea. Stardust, de Neil Gaiman, es el segundo título que se me viene a la cabeza, pues lo considero el mejor ejemplo de cuentos de hadas para adultos que he podido leer, tanto por la magia y fantasía clásica que destila como la oscuridad que a veces presenta, lo que lo convierte en un libro que me marcó especialmente.
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