Hoy se presenta en la Asociación de Escritores y Artistas de Madrid, 'El yo digital de Elías Quimey y otras historias inverosímiles". Su autor, Santiago Solano Grande nos responde a esta entrevista un tanto surrealista, pero llena de sentido.
¿Cómo surgió la idea para escribir esta novela?
Me llamó video telefónicamente hablando el protagonista, Elías Quimey, desde no sé qué día, mes o año de un futuro más o menos cercano. Me llamó y me dijo que estaba harto de que interfiriera en su vida, harto de que los mares digitales se alteraran con lo que él consideraba chorradas sin importancia de mi ínfima e inútil vida de humano afincado en la escritura de principios del siglo XXI. Como podrás comprender me quedé paralizado. Yo estaba por entonces escribiendo mis memorias, las memorias de un recién jubilado, así que, sin tener en cuenta lo que me podría pasar, inconsciente que he sido siempre, pues le dije que se dejara de lamentaciones y que me enviara todo el material que le estaba estorbando en su plácida existencia post humana. Y él va y se descarga con un tocho/archivo de más de seis mil páginas. Así que me pongo a leer y veo que me gusta ese mundo post humano - siempre me han gustado las historias de Ciencia Ficción -; que ese mañana está lleno de referencia al mundo en el que vivimos en la actualidad, que de alguna manera extraña e inconexa lo definen, lleno incluso de referencias a mi propia persona, como si mi yo humano mortal tuviera algún sentido no ya en el total de La Humanidad, que sería pedir lo imposible, si no más allá de la propia puerta de mi propia casa… Y así surgió todo. Lo único que he hecho yo es decidir hasta dónde llega esta primera parte de una novela de Ciencia Ficción que me fue dada de forma impensada y que por su desmedida extensión bien pudiera llegar a una tetralogía de alrededor de las trescientas páginas para cada una de las partes, que es lo que creo quedará legible/comprensible de las seis mil páginas post humanas recibidas.
¿Qué tiene en común con las escritas anteriormente?
Con las dos primeras novelas “Destino Final” (INCIPIT, 1995), y “Lienzos del Pasado” (BmmC 2001), nada en absoluto, ni en temática, ni en estilo. Con “El Autobús 538” (VISION LIBROS, 2010), y con “El último tercio del crepúsculo” (VISION LIBROS, 2011) el ahondamiento en la búsqueda de una voz narradora propia que se define por el uso de grupos temáticos breves, a veces muy breves, que se alternan, que se siguen, se solapan, se complementan, y que son el eje central de la propuesta literaria con la que se van a encontrar el lector. A esto hay que unir el uso arbitrario de diferentes personas narrativas, primera y tercera del singular, preferentemente, pero también primera y segunda del plural, lo que le da sin duda una visión poli estrófica al modo de narrar.
¿Estás trabajando ahora en algo?
Estoy, en relación con este tema y como ya he dicho en la pregunta primera, en reducir a algo comprensible las seis mil páginas que me ha largado mi migo Lilu, digo Elías Quimey. Aunque no desisto en la escritura casi diaria del micro cuento, algún que otro verso unido a otro verso que parece un poema, y que publico en el Primer Diario Literario Global Corporativo de La Red, con dirección electrónica http://www.escritores-en-red.es , del que soy su Director, y del que me siento muy, pero que muy satisfecho. También en levantar y consolidar mi Casa del Escritor, asunto del que daré cuenta en otro lugar.
¿Nos puedes describir tu sitio de trabajo?
Pues tengo un flexo encendido que ilumina el teclado, la mesa sobre la que escribo, y un poco de la auxiliar en la que están los diccionarios: RAE, María Moliner, Usos del Español, el de dudas, uno enciclopédico, uno inglés español, otro francés español, etc. El resto de la habitación está en penumbra. Los libros leídos que hay que volver a leer siempre, esos que dicen de cabecera, y los de consulta están en la estantería que hay a mi espalda: no sé, unos trescientos o cuatrocientos. Una pantalla de ordenador grande. ¡Ah!, que se me olvidada, y las tres velas perfumadas que arden a mi derecha, más allá del ángulo de visión de mis ojos, frente por frente con la puerta de entrada de la habitación: una huele a naranja, dos a mandarina, para que las Xanas que me dictan todo estén como en casa. Y una estufa, abajo a la izquierda, que soy muy friolero; por eso llevo siempre, en todo tiempo, un jersey de lana de llama baby que me compré en Aguas Calientes, Perú, hace algunos años. Escribir así es realmente fácil. Más si uno está masticando sin parar regaliz de palo, que es mi pasión secreta, y que me traen de forma privada de un lugar que no voy a desvelar aquí.
¿Hay algo que te gustaría hacer y aún no has tenido la oportunidad?
Sí, tomarme una cervecita muy fría sentado arriba del todo del Monte Olimpo, en el Planeta Marte… y ver si es verdad lo de las serpientes carnívoras de las que habla Elías Quimey en esta novela, que no te puedes perder, te lo juro.
Un libro de tu infancia sería…
Primero fue el comic Pantera Negra, luego las veinticuatro entregas de Tarzán que yo conozco, también ese “Cierto olor a podrido” con el que descubrí que había gente que lo estaba pasando realmente mal mientras yo me pasaba las horas muertas leyendo sentado a la lumbre, y con la que se me abrieron unos ojos que no se me han cerrado ya nunca. Ni “La nave” de Tomás Salvador me ha congraciado con el mundo después de aquello, novela éste que estimo de lectura obligada para todo el que quiera entender de qué va esto de la Ciencia Ficción, y que leí en abril de mi año dieciocho.
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