Manuel Oliva, autor de “Nadie lo sabrá nunca”: Cada personaje enseña unas experiencias vitales, una amalgama de sentimientos, emociones, miedos y anhelos

Ediciones Atlantis presenta esta tarde en Madrid 'Nadie lo sabrá nunca', una novela del autor local Manuel Oliva Real que intenta acercar al lector a las miserias y esperanzas del ser humano, una reflexión sobre la muerte y la vida, no solo físicas, sino fundamentalmente psicológicas.


¿Qué hay de Manuel Oliva en “Nadie lo sabrá nunca”? 

Creo que no es fácil identificar qué aspectos hay de mí en el libro, como tampoco lo es hablar de uno mismo.

Nací y crecí en un barrio obrero de Madrid, Aluche, en el seno de una familia humilde. Los chavales de mi época no teníamos teléfonos móviles, no existían las redes sociales ni había ordenadores en los escritorios de estudio de nuestras casas; quizás ni siquiera teníamos un escritorio para estudiar. Desde niños, los chavales hacíamos mucha vida en la calle con el grupo de amigos, grupo en el que había chicos pequeños y mayores. Los pequeños aprendíamos de los mayores y éstos, aunque fuese sin saberlo, enseñaban muchas cosas a los primeros. Todo esto lo digo sin vanidad ni resentimiento, simplemente creo que era así. 

Supongo que lo expuesto, ese estilo de vida de los chavales de mi generación, que no es ni peor ni mejor que el actual, queda plasmado en alguno de los escenarios y pasajes que se relatan en el libro, y en alguna de las vivencias que los personajes principales llevan a sus espaldas. En cualquier caso, puede ser que las cosas no hayan cambiado mucho con el paso de las generaciones; al menos en el fondo, porque puede que sí en la forma.

Por otro lado, es evidente que mi labor como psicólogo clínico queda de manifiesto en buena parte del texto. Mi vocación de psicólogo y el desempeño profesional en el ámbito de la salud mental me han acercado más a los aspectos íntimos de la persona, a conocer de primera mano los numerosos entresijos de aquello que nos puede hacer sufrir y esperanzarnos, y de los que nadie estamos libre.

¿Te sientes identificado con algún personaje?

Cada personaje enseña unas experiencias vitales, una amalgama de sentimientos, emociones, miedos y anhelos. Esta amalgama no es propiedad de unos cuantos, sino que los supongo compartidos por la mayor parte de las personas. Por esta razón, podemos encontrar aspectos, con los que identificarnos, de cada uno de los personajes que aparecen en el libro. Puede que yo, como los lectores, podamos identificarnos con buena parte de la esencia que cada personaje aporta.

¿Cómo ha influido tu formación como psicólogo en la creación de los personajes?
Como decía en otro punto, mi profesión me acerca a la parte más íntima y menos accesible del ser humano, que no es otro que el puramente psicológico. Todos podemos conocer circunstancias del otro que nos llaman la atención, que nos sorprenden, que nos preocupan o generan desesperanza, que nos llenan de ilusiones o nos vacían de metas vitales. Mi formación y experiencia como psicólogo me permite poner nombre a todo ello, a darle forma y a integrarlo en cada uno de los personajes.

¿Te gusta más escribir o leer?
La pasión por la escritura es consecuencia, al menos eso creo yo, del interés por la lectura. Cuando lees y disfrutas de ello, es más probable que aparezca la inquietud por escribir, porque de alguna manera ya lo haces cuando reflexionas acerca de lo que otros han escrito.

¿Tienes algún nuevo reto en mente?
Mi reto es vivir, seguir aprendiendo en mi profesión y acumulando experiencia, y por supuesto continuar escribiendo. En mi cabeza hay reflexiones e historias vitales a las que me gustaría darles forma a través de nuevas obras.

¿Qué obra has leído, releído y volverías a leer?
Es difícil quedarme con una. Obras de José Saramago, como Ensayo sobre la ceguera y Las intermitencias de la muerte, se han convertido en un eco que me gusta escuchar. Plenilunio, de Antonio Muñoz Molina, es otra de las obras que me aporta cosas nuevas cada vez que la releo. 

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