La cultura y el progreso humano, una reflexión de Emilio Porta

La cultura es nuestra diferencia. La cultura humana es nuestro arma y nuestro escudo de supervivencia. Todo en la naturaleza está orientado a la reproducción, la permanencia y la salvaguarda, no del individuo, sino de la especie. La memoria de los animales está grabada en el instinto. Y este les hace nacer, luchar y morir. Les permite y les empuja a realizar grandes hazañas. Remontadas imposibles de ríos y cascadas, construir nidos y refugios en condiciones extremas y hostiles, alimentarse con los más débiles, dejar su herencia biológica a otras generaciones aunque ellos sucumban. Es la vida que, aunque no la comprendamos, tiene sus reglas desde el principio de los tiempos. Solo el ser humano es capaz de trascender el instinto y razonar. Pero sigue conservando el afán de supervivencia. La moral le atempera. Y le condiciona. La misma moral que nos ha hecho evolucionar y buscar nuevas vías de mantenimiento y convivencia. Esa moral, producto del pensamiento, que forma también parte, en sus diferentes expresiones, de la cultura. Como la forman la compasión, la solidaridad, el sentido de la justicia y el sentimiento del amor. Tendemos a olvidar la esencia de nuestra pertenencia al mundo animal, al mundo natural, precisamente para evolucionar y cimentar el progreso. La sociedad humana ha querido siempre dominar la naturaleza y lo ha hecho poniendo la inteligencia al servicio de esa tarea. Una tarea que conlleva una labor titánica, a través de ideas que consideramos superiores y nos convierten en dioses. Creamos leyes, sustentamos teorías para fomentar una vida mejor para el individuo y la colectividad. Incluso determinadas formas despóticas de intentar organizar la sociedad a nivel político tienen, en su origen, un germen de iluminación para lograr una existencia de eficacia, no solo para la minoría sino para todos, aunque, a veces, dada la dialéctica en la que la existencia se mueve y se enmarca, el resultado solo permita el beneficio de unos pocos. El bien y el mal mezclados. La escasez en la abundancia, el retroceso en el avance, el caos en la organización, el error en la prueba, la concatenación y unión del daño en particular en toda organización general. Todo es economía, podríamos decir, y todo es también simbiosis. Una simbiosis que consigue en ocasiones apoyo común y en otras, se desequilibra y pone en manos de los individuos y las sociedades una palanca destructiva de los menos capaces, los más indefensos, los más débiles. Son la tesis y la antítesis de la evolución, el escudo y la lanza, la muerte y la vida. 



Emilio Porta
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