Estimados autores y simpatizantes Ediciones Atlantis, acabo de terminar de leer el último libro de nuestro compañero Alejandro García, al que algunos conoceréis sobradamente, en persona, a través de sus blog´s o por su infatigable actividad en pro de la asociación Escritores en Red, donde siempre ha ocupado cargos de la mayor importancia.
“Diario de una rubia” es su título y, seguramente, más de uno sabrá ya de él por haberlo leído o bien a través de las críticas literarias que otros han vertido en diversos medios desde su publicación.
Pues bien, no voy a desarrollar aquí un nueva ponencia técnica sobre la obra, cuando ya otros mucho mejor preparados que yo lo han hecho con anterioridad, sino simplemente declarar mi parecer como ordinario lector.
Sencillamente me ha encantado, vamos que le doy un sobresaliente. Me ha parecido entretenida, amena, tierna, sentimental, instructiva y perfectamente escrita.
Me decía el propio autor, hombre humilde y de buena ley, que no aportaba nada nuevo a la literatura. Y yo le contesté: “¿y qué tiene que aportar?, a estas alturas vamos a descubrir el verbo al cuadrado o el sintagma nominal logarítmico, ¿o qué?
Lo que me importa como lector, a mí por lo menos, que no me siento en un sillón de la Real Academia ni investigo las conexiones neuronales que propician el lenguaje humano, es que me llegue perfectamente su contenido, sin interferencias a causa de “bellos” experimentos, que su autor me haga emocionar o al menos estar pendiente del hilo argumental, que cada día que cojo el tren con el ejemplar bajo el brazo, esté deseando engancharlo por donde lo dejé para reanudar su lectura y se me pase de la manera más agradable ese rato obligado de estancia en el transporte público para llegar al condenado el trabajo. Sospecho que, seguramente, de haber sido un texto “literariamente revolucionario” y repleto de pretenciosa prosa poética, habría cerrado el libro sin terminarlo. Simplemente me habría cansado con tanta sublimidad, entre otras cosas porque habría necesitado de un medio menos “contaminado” sonoramente hablando que el vagón de cercanías en hora punta, para poder seguir el hilo y entender el mensaje.
Por otro lado, su lectura ha provocado en mí importantes reflexiones sobre el universo que Alejandro nos describe tan acertadamente por haberlo vivido de primera mano, y que yo nunca me había parado a considerar, el de los trabajadores de la banca.
He descubierto que esas personas aparentemente antipáticas sentadas al otro lado de las mesas de ese llamado “patio de operaciones”, según cita el autor, o del mostrador de la caja tras los cristales de seguridad, esas que nos tratan con tanta prepotencia, tal como si el dinero sobre el que vamos a tratar no nos perteneciera a partir del instante que lo depositamos en la entidad, no son los cómplices de malvados e inhumanos banqueros sino pobres y honrados trabajadores presionados por sus patronos para rendir al máximo de su capacidad, o de lo contrario quedarse en la calle sin ningún miramiento.
Pues por mi parte únicamente me queda decir que lo recomiendo a cualquier persona que quiera conocer, de una manera jovial y placentera, todo lo que debiéramos saber sobre el día a día de una sucursal bancaria.
Enhorabuena, Alejandro, por tu libro y gracias por el rato de disfrute que me has proporcionado.
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