Emilio Díaz Casero: "Es tanta la manipulación que es difícil diferenciar lo importante de lo vano, la verdad de la mentira".

1.- ¿En qué momento y por qué decides continuar con la historia de Adán Bermejo, personaje principal de tu primera novela Nadie salió a despedirme (Atlantis, 2017)?

Desde la publicación de Nadie salió a despedirme, varios lectores me hicieron saber que les gustaría una segunda parte. Yo, en aquel momento, con la historia de Adán muy fresca no lo veía necesario, pero pasado el tiempo y, continuando como continúo en contacto con ese mundo marginal, al constatar una vez más la dificultad para salir de esa vida y reintegrarse en la sociedad, me lo planteé en serio y me puse manos a la obra.

2.- ¿Qué novedades, que puedas adelantar, va a encontrarse el lector en este nuevo libro que lleva por título un simple, pero contundente, Adán

Aparte de Adán, la novela tiene un subtítulo, haciendo un guiño a la anterior, que se llama Nadie salió a recibirme y que, en cierta medida, refleja lo que se encuentra Adán al volver a su mundo anterior. Un mundo que ha cambiado, que ya no es el suyo, un mundo en el que tiene que empezar de cero y reinventarse a sí mismo, no a los veinte sino a los cincuenta años, cuando se empieza a estar obsoleto para muchas empresas y para la vida en general. Adán, tiene que hacer frente a todo eso sin dejar, además. de mantener una lucha interna contra su adicción.

3.- En Nadie salió a despedirme la vida de Adán se derrumbaba como un castillo de naipes, mientras que en este libro le encontramos de regreso, insertándose, o intentándolo, en la sociedad que dejó. ¿Refleja este libro el optimismo o el pesimismo de un autor?

En la anterior novela, Adán con mucho sufrimiento logra salir de la calle. En esta nueva etapa de su vida, el trabajo, su hija y sus nietos son su principal soporte mientras amplía sus amistades e intenta rehacer su vida, pero la integración  no es fácil, aparecen dificultades y los fantasmas de su pasado vuelven, poniendo en peligro su equilibrio emocional.

En ese momento de crisis, adquieren protagonismo unos personajes, adolescentes, que fijan su mirada en él y que actúan con madurez, determinación y valentía ante los acontecimientos que les suceden. 

4.- Ya cuentas con una interesante y sólida trayectoria, en la que has tocado diversos géneros, desde el realismo, la ciencia ficción distópica, el drama o la denuncia social, entre otros. ¿Tienes alguno predilecto?

Vivimos insertos en una sociedad y me ocupan y preocupan los temas de mi tiempo, algunos secundarios que tienen que ver con la moda, lo superficial, lo artificial, la imagen, etc., y otros eternos, profundos y serios. Trato de no distraerme con los primeros y ocuparme de los segundos, pero a veces reina tal confusión y es tanta la manipulación que es difícil diferenciar lo importante de lo vano, la verdad de la mentira.

5.- ¿Qué dirías que tienen en común todas tus novelas?

No sé, quizás, aunque no pretendo trasladar mis ideas a la ficción, de alguna manera, se traslada mi visión del mundo. Trato de mostrar e imaginar la vida como yo la veo, con sus luces y sombras. Y es que escribir me permite expresar lo que me preocupa, resaltar lo que me interesa, mostrar lo que me llama la atención, mis temores y mis sueños. Uno escribe, yo al menos, sobre aquello que lleva dentro y necesita salir, sentimientos que te corroen el alma y que te cuesta expresar. En definitiva, creo que uno escribe para satisfacer una necesidad interior y para compartir con los demás sus preocupaciones, sus alegrías y la visión del mundo que le ha tocado vivir, en un tiempo concreto y en un lugar determinado.

6.- ¿Existe alguna obra de la que te sientas especialmente orgulloso por algún motivo?

Esta es mi quinta novela. Dos de ellas, la primera, Nadie salió a despedirme, y la tercera, Marina, relatan sucesos relacionados con experiencias de voluntariado en lugares tan distintos como Madrid y el Petén, en Guatemala. Novelas, que se les podría llamar sociales, aunque para mí, simplemente intentan reflejar la vida, una parte de la existencia real de unos personajes concretos. 

La segunda, SOS España, nacida de la preocupación por el futuro de nuestro país, es una distopía basada en la hipótesis, improbable pero no imposible, de una nueva invasión musulmana a España, una nación envejecida, en lucha contra su historia y sus valores morales tradicionales entregada al relativismo y al populismo.

La cuarta, El amor y la cólera en tiempos de Epidemia, se desarrolla en la época actual y, aunque contiene alguna referencia que la podría situar en España, bien pudiera ser cualquier otro lugar occidental similar al nuestro. Es un alegato, a favor de las personas, que alerta del peligro de las ideologías excluyentes, de las falsas promesas y de la maldad del ser humano y cuyos personajes luchan contra la endogámica casta política que se ha olvidado del bien común.

De todas me siento orgulloso aunque Nadie salió a despedirme tiene un lugar especial en mi ánimo, por ser la primera que escribí con la emoción añadida de verla publicada y por abrirme a un mundo maravilloso como es el de la escritura.

7.- Has viajado y vivido en varios países. ¿Cómo dirías que afecta esto a tu obra?

El viajar y conocer culturas y personas diferentes ayuda a ver la vida con una  perspectiva amplia, a relativizar pasiones nacionalistas, a ser humilde, a aprender a mirar y escuchar, también a valorar lo propio y sobre todo a comprobar que a los seres humanos, de aquí y de allá  nos mueven en el fondo las mismas pasiones, la familia, los amigos, el amor, el humor, etc. Todos queremos ser queridos y respetados, sentirnos importantes, que no nos hagan daño y que nos permitan trabajar y vivir dignamente en democracia y  libertad.

8.- ¿Cuáles son tus próximos proyectos?

Estoy trabajando en una obra que está en los albores, aún no tengo definida la trama ni decidido si será una novela o una obra de teatro.

No puedo adelantar mucho, pero me preocupa que el sectarismo, el fanatismo, la manipulación y la mentira acampen a sus anchas en nuestros días, mientras una parte de la sociedad esconde la cabeza ante la realidad; no solamente no quieren ver ni escuchar sus latidos sino tampoco contrastar sus ideas, con respeto y en libertad, con los demás;  es como si sus prejuicios les obnubilaran la mente y les impidiesen ver y aceptar nada que no venga de su grupo, de su banda, de su equipo, de los buenos, de los suyos en definitiva que además, por supuesto, creen poseer el monopolio de la razón y de la verdad.


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