Ediciones Atlantis publica “El hombre sin rostro” el libro del autor Lema Mosca. Una novela cargada de misterios que llevará al lector a plantearse asuntos como la religión, la familia y la sociedad moderna en la que vivimos.
¿Quién es Lema Mosca?
Nací en Uruguay en 1988. Actualmente vivo en Madrid. Soy integrante fundador del Grupo Once, un conjunto de jóvenes artistas uruguayos y dirigí su revista entre 2011 y 2014. Parte de mi obra ha sido traducida al italiano y el inglés. He publicado los libros ‘De esta manera tan inusual’ (2012), ‘Un mundo de nadas’ (2013), ‘El silencio de las sombras’ (2014), ‘Las heridas me las hice yo’ (2016) y ‘El hombre sin rostro’ (2017). Para más información: www.lemamosca.webs.com
¿Cómo fue el proceso creativo de El Hombre sin rostro?
El hombre sin rostro surgió como una secuela de mi novela anterior: ‘El silencio de las sombras’. Si bien ambas son novelas independientes, hay cierta continuidad entre las historias dada por los personajes que aparecen en una y en otra. En ‘El silencio de las sombras’ me interesaba tratar la irracionalidad de la masa, lo peor de la sociedad, las locuras que puede llevar a cabo un individuo cuando ve que los otros están haciendo lo mismo. En ‘El hombre sin rostro’, en cambio, mi intención era meterme con la religión. Por eso la historia transcurre en un colegio infantil comandado por monjas. De ese modo podía tratar dos aspectos que me interesaban: por un lado, el fanatismo religioso dado especialmente a través del relato católico que comienza con la Biblia y se extiende hasta la actualidad; por el otro, la educación católica que durante siglos fue el medio de propagación de los ideales de la Iglesia. Todo eso me era muy cercano porque de niño tuve cierta educación católica así que me fue muy familiar tratar el tema. Debo confesar, incluso, que algunos de los personajes que aparecen en la novela existen o han existido realmente.
¿A quién va dirigida esta obra?
No tengo un “lector ideal”. Siempre pienso en una persona en particular cuando escribo y en este caso pensé mucho en mi madre y en mis tías porque ellas están muy presentes en la historia. No es que haya escrito sobre ellas. Yo apelo a la imaginación. Pero de alguna manera ellas han estado dando vueltas en el aire mientras escribía la novela. De todas formas, no me interesa pensar en el público. En todo caso, el lector ideal se encontrará en su debido tiempo con El hombre sin rostro y le dará un valor.
¿Podrías hablarnos un poco de los personajes y el enfoque que les has dado?
Las protagonistas son cuatro hermanas pequeñas que son internadas en un colegio de monjas. Si bien tenía muy claro desde el principio quiénes eran, me costó muchísimo escribir sobre ellas. Me enfrenté de pronto a la niñez. Yo nunca había escrito sobre niños, sobre su manera de ver el mundo, su capacidad de relación con los otros, el enorme espacio vacío que tienen por delante y el escasísimo pasado. Así que fue toda una complicación. Escribir sobre personajes adultos es mucho más fácil pero estaba claro que las protagonistas tenían que ser niñas. Por otro lado están las monjas, un cura italiano que llega al colegio, los padres de las niñas, una tía loca. De ese modo pude compensar un poco el esfuerzo y ahondar más en el pasado, en los conflictos que todos ellos tienen, en las dudas y las complejidades de una vida tan rigurosa.
¿Qué obra has te han influenciado para escribir esta novela?
Todas y ninguna a la vez. No existe un libro determinado que me haya influenciado para escribir esta novela, aunque sí hay una clara referencia a la obra de Michel Foucault. Si tenía que hablar de un régimen educativo estricto y autoritario, no podía dejar de pensar en él. De hecho, tanto ‘El silencio de las sombras’ como ‘El hombre’ sin rostro pertenecen a una secuela de novelas inspiradas en teorías filosóficas. En el primer caso, se hacía referencia a la teoría de las masas de Ortega y Gasset. En esta le toca a Foucault.
Por otra parte, mis influencias son muy variadas. Si bien mi propósito es siempre trabajar en torno al miedo como tema, lo estético y lo estilístico pasan por otro lado. Más allá de los autores dedicados al género (Edgar Allan Poe, Horacio Quiroga, Stephen King, Mariana Enríquez), me gusta leer cosas muy variadas. Incluso me gustan mucho otros escritores que jamás escribieron un relato de miedo.
¿Tienes ya en mente algún nuevo trabajo?
Mi idea es que la secuela se cierre con una tercera novela que aún estoy escribiendo. La intención es abarcar tres generaciones de una misma familia: los Franzinni. Esa tercera parte tiene que ver con otro tipo de horror: el del desconocimiento, la falta de identidad, el vacío de certezas. Pero viene siendo un verdadero desafío, así que prefiero tomármelo con calma. Lo cierto es que trato de escribir cada vez que puedo porque no paran de aparecer ideas o imágenes en mi cabeza. Y yo estoy convencido de que los escribientes solo somos canales, que las historias nos preceden y aparecen cuando ellas lo deciden. Así que hay que respetarlas.
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