José Luis Rodríguez Morcuende: "Creo que es un libro que hará que el lector se mueva entre situaciones absurdas y divertidas y momentos en los que sea conveniente parar y reflexionar sobre su contenido."


Ediciones Atlantis presenta 'Relatos menos breves para menos breves momentos', una colección de relatos creada por el escritor y músico José Luis Rodríguez Morcuende, reflejo de lo azaroso de la experiencia humana. 

Tienes detrás de ti una amplia trayectoria musical. ¿Cómo y cuándo das el salto a la literatura?
Desde siempre he escrito letras de canciones y todo tipo de ocurrencias, pero a raíz de una trágica experiencia en mi vida me planteé desarrollar un poco más lo que escribía y darle formato de libro. A partir de ahí empezaron a aparecer cosas de estilos muy diversos, largas, cortas y mediopensionistas.

¿Cómo definirías estos ‘Relatos menos breves para menos breves momentos’?
Básicamente como algo variado y muy entretenido, con algunos momentos comprometidos con la Naturaleza y sus derivados, y con pinceladas para la nostalgia y el humor un tanto surrealista, pasando por mundos fantásticos y momentos profundos sobre la situación personal de más de uno de los habitantes del planeta. Creo que es un libro que hará que el lector se mueva entre situaciones absurdas y divertidas y momentos en los que sea conveniente parar y reflexionar sobre su contenido.

¿Autores de referencia? ¿Algún título que te haya marcado especialmente?
Sin ninguna duda, Isaac Asimov. Me encanta todo lo que he leído suyo, especialmente la “Trilogía de la Fundación”, con el añadido de todo lo que escribió por delante y por detrás de ésta, desde “Crónicas de robots” hasta “Los límites de la Fundación”.

¿Qué principales diferencias encuentras como autor entre el relato y la novela?
Para mí, un relato, más o menos corto, es algo que me permite cambiar de registro en muy poco espacio escrito, leído o pensado, que exige al escritor, en el mismo breve espacio, cerrar una historia más o menos coherente, dependiendo de las exigencias personales.
Una novela ocupa más tiempo y más espacio. La ventaja de ello es que dentro de ellas se puede viajar a través de múltiples paisajes y situaciones que, normalmente, siempre van a parar al mismo sitio.

¿Tienes algún nuevo proyecto en mente?
En lo que a música se refiere, está a punto de salir mi cuarto disco con “Isthar”, uno de mis grupos (“Pequeña sinfonía africana”), y estoy grabando dos discos, simultáneamente, con mi otro grupo “Morcuende” (“Suite del Universo” y “El mundo de Bobaliquia”).
Y en lo que a escritos se refiere, estoy revisando el que será mi próximo libro (“Crónicas urbanas”) y terminando el siguiente (“De mi planeta a aquí, pasando por el teatro de la vida”). Alternando entre ellos, espero ir publicando algunos más de relatos más o menos breves que ya están escritos. Y como proyecto futuro, una antología de poesías y otra con las letras de mis canciones que llevará por título “Mis canciones y sus porqués”.

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José Antonio Martos: "Me encanta todo lo esotérico. Pensar que hay algo que se escapa al raciocinio y a la lógica, es, cuanto menos, fascinante. Ahora que lo pienso, sí hay algo en común en todas mis novelas, el misterio."

Ediciones Atlantis presenta 'Treinta y tres iglesias', una intriga esotérica concebida por la mente del escritor malagueño José Antonio Martos, con la ciudad de Antequera como verdadera protagonista. 

“Treinta y tres iglesia” es una novela fascinante y que engancha desde la primera línea. ¿Cuáles son los principales autores y novelas que te han marcado con lector?
No tengo alguien en concreto, me gusta mucho Pérez-Reverte. También Lorenzo Silva. Y sin duda, una de las novelas que más me han gustado es, La Sombra del Viento.

¿Cómo describirías tu estilo narrativo?
Mis novelas no se parecen entre sí. Desde esta, que podríamos decir que es más esotérica, otra sobre la guerra civil, incluso una novela juvenil, son el abanico donde, de momento, me muevo a la hora de escribir,

¿Cuál es la última novela que has leído? ¿Qué te ha parecido?
¿Quién mató a Palomino Molero?, de Mario Vargas Llosa. Como todo lo que escribe, brillante.

En “Treinta y tres iglesia”  describes toda una trama esotérica y de leyenda, pero siempre apoyada en la historia. ¿Te interesa el misterio y el mundo mágico?
Me encanta todo lo esotérico. Pensar que hay algo que se escapa al raciocinio y a la lógica, es, cuanto menos, fascinante. Ahora que lo pienso, sí hay algo en común en todas mis novelas, el misterio.

¿Qué te ha llevado a situar la acción en una ciudad tan especial como Antequera? ¿Consideras que Antequera merece ser “descubierta” por parte de los españoles? ¿Qué sientes, qué te transmiten sus callejuelas al transitarlas?
Soy un enamorado de Antequera. De hecho, creo que en parte, ha sido la novela la que se ha amoldado a la ciudad. Considero que Antequera es una de las ciudades más bonitas, y no solamente de España. Es mundialmente conocida por las iglesias, pero tiene otros monumentos; la alcazaba, el portichuelo …. Y lugares tan bonitos, que le recomendaría a todo aquel que no la conozca, que la visite. Estoy seguro que le va a sorprender, porque todo está muy cerca. Antequera es una ciudad para visitarla una vez, y otra, y otra ……

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Itziar López y Noelia Pastor: "En 'Pretéritas imperfectas. Mar saudade', los lectores van a encontrarse con los miedos y los deseos de dos mujeres que pueden ser cualquier mujer. Van a encontrarse realidad y también esperanza."

Ediciones Atlantis presenta 'Pretéritas imperfectas. Mar saudade', una novela creada por Itziar López y Noelia Pastor que nos habla del deseo, el miedo y la esperanza desde un punto de vista femenino y actual. 

1.- Antes que nada, ¿cómo se escribe una novela a dos manos? ¿Cómo fue el proceso creativo?
Para nosotras es un proceso muy natural. Creo que cuando estamos inmersas en escribir es como si lo hiciese sólo una persona.  
No somos muy ordenadas en cuanto al proceso y cualquier meta que nos propongamos dista mucho del resultado final tal vez porque nos dejamos llevar casi constantemente por lo que nos pide el cuerpo. 
Nos complementamos a la perfección siempre hay una que tira  cuando la otra anda perezosa. Sin exigencias, solo nos impulsamos entre nosotras. 
Lo cierto es que es un proceso muy divertido, escribir un texto enviárselo a la otra persona y enseguida tienes un feedback. A veces la respuesta tiene modificaciones o sugerencias de lo enviado en origen, ideas nuevas. 
Nuestros personajes mantienen un diálogo real porque nosotras así lo hacemos y creemos que eso se traduce en el resultado. 

 2.- ¿Qué van a encontrarse los lectores dentro de la novela?
Van a encontrarse con los miedos y los deseos de dos mujeres que pueden ser cualquier mujer. Van a encontrarse realidad y también esperanza. 

3.- ¿Cuál crees que es el público objetivo al que más podría interesar ‘Pretéritas imperfectas’?
En principio podría parecer obvio que el público mayoritario debería de ser femenino, mujeres entre los 30 y los 50 tal vez. Pero creo que va mucho más allá. Que también los hombres pueden verse reflejados. Las relaciones con los hombres son uno de los ejes sobre los que se desarrolla la historia. 

4.- ¿Cómo definirías la novela?
Creo que la novela es al fin y al cabo como nosotras. Se define por la contradicción. Es divertida pero hay momentos en los que la intensidad con la que sienten sus protagonistas hace que el lector viva con cierta angustia los acontecimientos. Es una novela fácil de leer, donde recuerdos y decisiones se mezclan en anécdotas tiernas, divertidas, eróticas..... Es una bonita mezcla de sentimiento y sensaciones. 

5.- ¿Qué te lleva a escribir?
Para ambas escribir forma parte de lo que somos. Siempre lo hemos hecho aunque no fue hasta hace unos años cuando ya habíamos superado los primeros años de maternidad, cuando volvimos a tener tiempo y espacio que decidimos que queríamos hacerlo juntas. Entonces David Lara nos dio una oportunidad muy bonita en la revista Magazink y nos dimls cuenta de todas las cosas que queríamos y podíamos contar y aquí estamos presentando la primera novela de Pretéritas Imperfectas.


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Ricardo Alberto Blanco Rodríguez: "Mis relatos comparten un sentimiento de fondo común, que entremezcla lo cotidiano con lo extraordinario, la comedia dramática con el extrañamiento o el absurdo."

Ediciones Atlantis presenta 'Intersticios', una insólita colección de relatos, concebidos por la mente de Ricardo Alberto Blanco Rodríguez, que giran en torno a la relación entre la cotidianeidad y la locura.  

1.- Intersticios es una colección de relatos que nos ha resultado extremadamente singular y muy personal. ¿Cómo resumirías tu obra?
Creo que es una obra heterogénea pero cuyos relatos comparten un sentimiento de fondo común, que entremezcla lo cotidiano con lo extraordinario, la comedia dramática con el extrañamiento o el absurdo. Sus protagonistas son personas en principio "normales", que bajo ciertas circunstancias son llevadas al límite que separa la cordura de la patología psiquiátrica.

 2.- Los trastornos psicológicos juegan una baza fundamental en la mayoría de los relatos. ¿Podrías hablarnos de esta peculiaridad?
Siempre me ha interesado mucho la psicología. ¿Qué es lo que hace que una persona pueda ser considerada mentalmente enferma y otra, que tenga la misma vivencia, no? ¿Dónde está el límite? Creo que es un límite muy fino y que muchos de nosotros, quizás sin darnos cuenta, hemos traspasado en un momento de nuestras vidas. Este libro es de alguna manera una indagación personal sobre este asunto.

 3.- Como lector, ¿tienes alguna preferencia entre leer novela y leer relato breve? Como autor, ¿te sientes más cómodo en alguno de los dos formatos?
Como lector me gustan tanto la novela como el relato breve o incluso el microrrelato. En mis lecturas suelo alternar ambos géneros. Como autor me siento más cómodo con el relato breve, me encanta esa intensidad, que a mi modo de ver no se alcanza con la novela. Me gusta la sensación que queda después de leer una buena historia corta, los interrogantes que plantea y lo que se dice sin decir.

4.- ¿Podrías mencionar algunos autores que te hayan influido especialmente?
Ray Bradbury, con sus Crónicas Marcianas o el Hombre Ilustrado, dos de mis libros de relatos favoritos. También el autor leonés José María Merino, a mi juicio uno de los mejores cuentistas españoles.

5.- ¿Cuál es el principal motor que te lleva a escribir?
Yo creo que principalmente expresar una faceta de mi personalidad distinta de la habitual. Me encanta explorar las posibilidades que ofrecen cada una de las historias que escribo y a las que incorporo ciertos detalles de mi propia vida personal, para ver cómo se desarrollan y cobran vida independiente. Transmitir y compartir esas vivencias y sentimientos íntimos para que el lector los reviva e interprete a su manera y, llegado el caso, se identifique con ellos.

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David López Salgado: "El primer autor al que siempre mencionaré será Terry Pratchett. Siento que estoy en deuda con él."


Ediciones Atlantis presenta 'La biblioteca de la cripta', una terrorífica colección de cuentos muy retorcidos. El joven autor David López Salgado inicia su andadura literaria con un libro que promete emociones fuertes a los lectores. 


1.- ¿Qué autores te han marcado más profundamente? ¿Por qué?

El primer autor al que siempre mencionaré será Terry Pratchett. Antes de empezar con él había leído por propia voluntad muy pocos libros. Pero fue llegar el amo de Mundodisco y todo cambió. No hay libro suyo con el que no me haya reído. Me encanta el mundo que ha creado y siento que estoy en deuda con él. En algún momento de mi vida tengo que publicar algo que sirva de tributo a él y su obra. Por otra parte, otro autor que me ha abierto la mente ha sido Isaac Asimov. Y es curioso porque en su momento empecé a leer Fundación y casi me duermo mientras leía. Pero hace apenas año y medio volví a darle otra oportunidad y lo disfruté muy gratamente. Tanto que durante el año siguiente estuve por toda Valencia buscando sus libros y hoy en día me siento orgulloso de tener completo el "Ciclo de Trantor". Como decía, Asimov me abrió la mente en el sentido de que va siendo hora de que evolucionemos como sociedad, que deberiamos empezar en eliminar fronteras y trabajar como un planeta, y no como naciones. Se que es ciencia ficción, pero en sus novelas la colonización de planetas empezó cuando la tierra contaba con seis mil millones de habitantes.

2.-  ¿Podrías mencionar algunos de tus novelas favoritas?
Pues la primera, la que se va a mantener en el puesto número uno es Dioses Menores, del anteriormente citado Terry Pratchett. En esta novela el autor hace una sátira a la religión. Una breve sinopsis es que cae al disco un dios que ha perdido todo su poder porque los creyentes han pasado de adorarle (o más bien temerle) a adorar a su principal sacerdote, y eso le ha privado de poder hasta convertirlo en una tortuga. Entonces el feligrés más devoto de ese dios le ayudará a recuperar su poder. Casi todas las conversaciones que tiene el dios y el devoto son ingeniosas, aparecen unas caricaturas de los filósofos de la antigua Grecia, y mi momento favorito es cuando se hace una parodia del juicio a Galileo. No podría adorar más ese libro. Otro libro que está entre mis favoritos es ¿Sueñan los androides con ovejas eléctricas? de Philip K. Dick. La persona que solo haya visto la película de Blade Runner tiene que leerse el libro ya que casi no tiene nada que ver. Además, es muy cortito. Las dudas que atraviesa Rick Deckard son muy intensas. ¿Es acaso un replicante? ¿Está bien tener sexo con uno? ¿Sería eso engañar a su esposa? Además, en la película no pudieron dedicarle tiempo al tema de los animales y en el libro es esencial para entender como se estructura la sociedad.

3.- La biblioteca de la cripta es una colección de relatos. ¿Qué principales diferencias encuentras entre escribir cuentos y escribir una novela? Como lector, ¿qué prefieres?
Sobre todo la estructura. Una novela tiene que estar bien estructurada. Tiene que ser un poco similar a un río: Un inicio adecuado que te arrastre hasta sus páginas centrales, un desarrollo de argumento y personajes, con giros de trama (si son necesarios) y por último un final que no debe dejarte seco. Una novela tiene que tener en cuenta muchos detalles en los que hay que pensar siempre. ¿Qué hizo aquel personaje secundario hace doscientas páginas? ¿Se están desarrollando otros eventos mientras nos centramos en el protagonista? Y otros elementos que hacen complicado la creación de una buena novela. La Biblioteca de la Cripta se compone de relatos cortos. Cuando me sentaba en el ordenador y me ponía a ellos tenía un pensamiento rápido. Una escena, no necesito más. Ni siquiera necesito darles nombres a los personajes, porque lo que me interesa es la acción. Necesito que lo que te cuente en unos cuantos párrafos sea suficiente como para transmitirte algo. Un pensamiento, una sensación, una emoción... Y respecto a mis gustos como lector, prefiero la novela. Mis estanterías están llenas de ellas, claro que no son lo único. Tengo un par de recopilaciones de relatos de ciencia ficción y luego, aunque pueda ser un poco de trampa, "Yo, robot" de Asimov es una recopilación de relatos, aunque están conectados entre ellos. Lo mismo pasa con los dos primeros libros de Geralt de Rivia, del gran Andrzej Sapkowsk, que son historias unas cuarenta o cincuenta páginas pero todas tienen un orden cronológico.

4.- ¿Cómo definirías tus relatos? ¿Qué aspectos de la vida real dirías que sí quedan reflejados en tus historias aunque sea de forma alegórica?
Haciendo comparaciones... diría que si una novela es lo mismo que irse de copas, un relato de los míos es un chupito. Son un impacto al interior. Te pueden transmitir ansiedad, angustia, alegría, te pueden hacer pensar... Y todo salió de mi cabeza hace bastantes años, ya que el último de los relatos presentes en mi libro lo escribí en 2017. En La Biblioteca de la Cripta recurro mucho al elemento de la muerte. En frecuentes ocasiones a modo de lo que hay después de esta. En algunas ocasiones puede ser simplemente oscuridad en la que tus propios remordimientos te juzgan por lo que hiciste en vida. En otro en particular es un limbo donde te juegas tu destino. En el libro se encuentran en muchas ocasiones los errores que la gente comete. Sus pecados. Por muchas ocasiones que quieran hacernos creer lo contrario, vivimos en un mundo cruel, donde las personas suelen cometer malas acciones y cuando la muerte llega, al final solo llegan a "Sombra". 

5.- Por favor, explícanos (sin revelar demasiado), qué van a encontrarse los lectores dentro de ‘La biblioteca de la cripta’?
En La Biblioteca de la Cripta encontrarás un lugar donde perderse. De hecho el relato que abre la obra se llama "Perderse" por eso mismo. La Biblioteca es un un portal a diversos mundos y realidad donde las malas acciones son castigadas, donde aguardan temores de quedar atrapado y sufrir una muerte cruel, donde los dragones acechan y pueden carbonizarte con su aliento abrasador. Descubrirás que cualquiera podría ser un vampiro y que hay que estar alerta, que no hay que sucumbir a los pecados capitales, y que en muy pocas ocasiones no se habla sobre la faceta oculta de los piratas.
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José Carlos Turrado de la Fuente: "El lector encontrará una novela complicada, densa, de lectura difícil. Todo un desafío, eso sí, sembrado de intensas y sutiles recompensas."


Ediciones Atlantis presenta 'La Atlántida', fascinante novela del joven profesor vallisoletano José Carlos Turrado de la Fuente. Una farsa, una mentira y una parodia: así define su obra el propio autor, que trata también de las vicisitudes más destacables en la vida de un profesor de provincias. 

1.- Sin revelar demasiado, ¿podrías adelantar al lector qué va a encontrarse en esta novela?
El lector encontrará una novela complicada, densa, de lectura difícil. Todo un desafío, eso sí, sembrado de intensas y sutiles recompensas. En eso confío.

2.- ¿Cómo y cuándo comenzó a gestarse la idea de esta novela? ¿Cuánto tiempo te ha llevado escribirla?
Escribí la novela entre los años 2012 y 2014, fechas que quizá sorprendan (eso espero) a quienes la lean, y que de alguna manera forman parte de la trama. El proyecto total consta de nueve tratados, y ya está concebido hasta el final. ¿Cómo se me ocurrió escribirla? Entre otras cosas, creo que también tiene mucho de alternativa a un diario literario.

3.- Si tuvieras que seleccionar a tres novelas que te hayan marcado profundamente, ¿cuáles serían?
Aparte de autores que han marcado, conscientemente o no, a casi todo escritor (Cervantes, Joyce, Proust, Rimbaud...), voy a responder la Vida de Torres Villarroel, el conjunto que se suele publicar como los Sueños de Quevedo, y la serie de Las guerras carlistas de Valle-Inclán. No sé si son novelas que me hayan marcado profundamente, pero desde luego sí al autor de esta Atlántida que ahora se presenta.

4.- ¿Cómo concibes la literatura? ¿Qué te lleva a escribir?
La respuesta sonará tal vez un poco fatua. Aprendí a escribir prácticamente a la vez que a hablar, y desde entonces casi carezco de recuerdos en los que no esté con un cuaderno entre las manos. No sé lo que es no escribir.

5.- ¿Qué aspecto de la concepción de la novela te ha exigido un mayor esfuerzo?
Para mí escribir es un placer, y no me cuesta nada. No es un esfuerzo. En esta novela he prestado atención a que haya partes que proporcionen una lectura amena, divertida y relativamente fluida. Pero no sé si considerarlo un esfuerzo. Es técnica, y yo soy, por encima de todo, un profesor de Literatura. Es mi profesión.

6.-  ¿Tienes algún nuevo proyecto en mente?
Sigo el método de Gómez de la Serna, siempre tengo varios proyectos abiertos, que dialogan entre ellos. Entre otros, los tres tratados que compondrán la segunda parte de esta Atlántida. Hasta fechas bastante recientes, apenas me había planteado la publicación de mis escritos. Desde mi punto de vista, es un aspecto que debería preocupar lo menos posible al escritor. No le aporta nada bueno ni a él ni a nadie. Es labor especializada de otra gente del gremio.


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Elefantarca, un Suboficial de Anibal.



     ¿Os gustaría leer una historia de Suboficiales? Pues os voy a relatar una, una de primera mano, pues eso era yo por aquel entonces, una especie de Suboficial, con unas responsabilidades y autoridad propias del empleo de Sargento o el de Sargento Primero, parecidas a las que tienen esos mandos en la actualidad, y fácilmente me entenderéis en cuanto avance un poco mi relato. 

     Servía a las órdenes del general Anibal Barca, el ungido de Tanit, el más grande estratega de todos los tiempos, enrolado en el gran ejército multinacional de Cartago y, dentro de este, encuadrado en uno de los cuerpos constituidos por nativos de la Península Ibérica. 

     Es de casi todos conocido el hecho de que aquella gran Unidad estaba compuesta por tropas procedentes de varios territorios del Norte de África, Europa y Próximo Oriente. Cartagineses propiamente dichos, libios, númidas, bereberes, mauritanos, griegos, fenicios, persas… a los que nos habíamos sumado ahora íberos, celtíberos, celtas… y a los que en un futuro se añadirían galos e italianos. Y dentro de cada nación o etnia citadas, todo un mosaico de pueblos y tribus… macedonios, lucanos, apulios, ligures, baleares, contestanos, oretanos, turdetanos, lusitanos, brucios, ilergetes, arevacos… En fin, una auténtica Torre de Babel muy difícil de organizar y gobernar, hombres de distinto nivel de “civilización”, que hablaban en idiomas dispares y tenían credos diferentes… 

     El famoso caudillo cartaginés, una vez decidida su expedición de castigo contra Roma por tierra, al dar término el sitio de Sagunto, detonante de la que llamarían Segunda Guerra Púnica, necesitó, entre muchos preparativos, ampliar sus efectivos de infantería y caballería, tanto pesadas como ligeras y también de otras especialidades para su fuerza de maniobra, incorporando otro notable contingente de guerreros hispanos y reorganizando al resto con el que ya contaba. 

     Por ejemplo, solo para organizar un nuevo cuerpo de infantería pesada, alistó a una multitud de veinte mil hispanos. Para hacernos una idea de la importancia del número citado, multipliquémosle al menos por diez para compararlo con lo que supondría hoy día a tenor de la diferencia de población. 

     No se trataba de los mercenarios al uso, como gran parte de los componentes de su enorme ejército. Ya conocemos que la mayoría de todas estas fuerzas─ excluyendo a los guerreros procedentes de la metrópolis, más bien escasos por el motivo de que los cartagineses, proverbialmente mercaderes y artesanos, no sentían mucha afinidad por las actividades castrenses─ eran de esta extracción, es decir combatientes a sueldo sin vínculos filiales con Cartago. 

     Tampoco se trataba de voluntarios, aunque sí que había entre ellos algunos representantes de esta modalidad de reclutamiento y también de la anterior, sino más bien, cómo fue mi caso en su momento, de conscriptos forzosos enviados por los diversos régulos de los pueblos sometidos de la Península Ibérica a modo de tributo obligado a los nuevos amos cartagineses. 

     Estos soldados, en su mayoría, le eran enviados a Anibal ya instruidos e incluso provistos de su equipo completo de combate que les convertía, por ejemplo, en “scutori iberici”; a saber escudos, lanzas cortas, cascos de bronce o cuero, espadas, puñales, pectorales de lino o de cuero, algunos provistos de discos de bronce, y grebas para las piernas. Diferenciándose las panoplias de las etnias íbera, celtíbera y celta fundamentalmente, en el modelo de espada que portaban, la célebre falcata, especie de sable, la primera y “La Tené” o gladius, espada recta, las otras dos, o la clase de arma arrojadiza, a parte de otros detalles como el tipo de protección de cabeza o de pectoral. 

     Indiscutiblemente, además de ser un personal escogido por su corpulencia y fuerza física, resistencia y tenacidad, requisitos indispensables para la lucha, estaba fuera de duda su valentía, combatividad y fiereza, mostrándose tremendamente eficaz en la pugna individual cuerpo a cuerpo, pero ello no era suficiente para lo que esperaba de ellos el caudillo cartaginés. 

     Durante cerca de un año, los altos oficiales que se hicieron cargo personalmente de ellos, los generales Asdrúbal Lacón─ no confundir con otros famosos cartagineses llamados Asdrúbal─ y Hannon Bomílcar, los adiestraron en el arte de la lucha colectiva, combate en formación cerrada, a la “griega” o como falange macedónica y el conocido orden oblicuo. Aprendieron a marchar alineados y marcar el paso, a adoptar distintos tipos de despliegue, pasar de la columna a la fila y viceversa, formar el cuadro de cuatro frentes o la testudo, retroceder en orden sin dar la espalda al enemigo, a no romper la formación pasara lo que pasara, ni siquiera para perseguir al enemigo en fuga, y otras destrezas más. 

     Abro aquí un paréntesis para recomendar al lector que, dado el carácter de este texto de simple crónica de la “mili” de un viejo viejísimo, no de mucho crédito a los nombres propios citados pues a veces mi memoria, tras tantos años transcurridos, no atina a consignar con exactitud todos los datos aportados. 

     Pero centrémonos en mi persona o este relato se alargará demasiado. Por ciertas particularidades de mi precedente, por un decir, carrera militar, donde serví brevemente en el cuerpo de infantería pesada celtibérica, en un “batallón”, un sperai, edetano, mi escaso pero efectivo conocimiento del idioma púnico, nivel chapurreo, y cierta experiencia con animales de tiro y de carga, fui a parar al Arma de Elefantes, seleccionado tras meticulosas pruebas en las que tuve que competir con unos cuantos voluntarios que también se habían presentado para cubrir las pocas vacantes ofertadas. Debí caer en gracia al encargado de la selección, el propio ayudante del viejo Sufete Bomílcar, inspector general, podríamos decir, de toda la “Elefantería” cartaginesa, y me vine a hacer cargo, tras el imprescindible cursillo, de uno de estos paquidermos; sí, me convertí en un elefantarca. 

     Se dice que la mayor parte de los elefantes usados por Cartago pertenecían a una raza oriunda del Norte de Africa, los llamados elefantes de bosque, que eran más pequeños que el elefante indio, y es verdad. Pero también es cierto que entre los cientos de elefantes que mantenía la metrópoli en activo para su envío a los diversos teatros de operaciones, había bastantes paquidermos asiáticos y además algunos pocos ejemplares centroafricanos, los mastodónticos de sabana. 

     No os lo creeréis pero uno de esos gigantes era precisamente el mío. Sombo, así más o menos se llamaba, era un elefante colosal. Para no liaros, os digo sus proporciones en el sistema métrico; superaba en algunos centímetros los cuatro metros de altura y pesaba más seis mil quilos. Sus grandes colmillos rebasaban los dos metros de longitud. Y bien hubiera podido llevar sobre su lomo, en la torre o howdah, cuatro hombres armados, o incluso más de haber cabido, amén del conductor, el cornaca o mahout como también se le llamaba, sentado en su cogote. 

     Pero lo cierto es que por conveniencia, por prevenir un desgaste prematuro de su esqueleto, únicamente tres soldados, entre ellos un servidor, nos encaramábamos en el howdah. Y eso al principio, porque luego se decidió reducirlo a dos a fin de compensar todo el pesado blindaje, cada vez más aparatoso, con el que intentábamos defenderle ante las armas de forma creciente eficaces que nuestro peor enemigo, Roma, desarrollaba para combatirlos. 

     Estos animales, incluso los pequeños norteafricanos, de todas manera enormes, habían llegado a soportar sin caer abatidos nada menos que cien contundentes flechazos, pero, debido a su tremendo coste, hablamos de una auténtica fortuna, probablemente más de lo que valía una gran trirreme, en absoluto deseaba el mando exponer la vida de ninguno de ellos. 

     Sí se llegaban a emplear realmente en una batalla, y da lo mismo que esta resultase victoriosa, los paquidermos empeñados en una carga frontal contra una infantería bien adiestrada, casi siempre morían o resultaban irrecuperables por sus heridas. 

     Un cuadro de infantes bien instruidos, protegidos con escudos y armaduras, y provistos de largas y gruesas lanzas erizando su frente, es capaz, en determinadas circunstancias, de detener una carga de caballería pesada, una de elefantes… imposible. Los animales penetraban arrollándolo todo a su paso y aplastando a quien se mantuviese dentro de su trayectoria, pero las heridas que sufría normalmente en la operación, en poco o en mucho tiempo, acababan con su vida. 

     Por otro lado, el amor y la admiración que llegábamos a profesarles los que nos ocupábamos de ellos, eran tan considerables, que jamás hubiéramos expuesto su salud al albur del combate de no mediar una orden directa de nuestros superiores, y por supuesto ellos jamás la hubieran dado de no ser imprescindible su acción directa. 

     Los que ahora mandáis un carro de combate, una pieza autopropulsada o algún arma colectiva de estos tipos, entenderéis que ese cariño que a veces se llega a sentir por el conjunto de chapas, tornillos, cables y microchips que materializan los vehículos bajo vuestro mando, se multiplicase en nuestro caso por mil, ante aquellos fabulosos gigantes, poderosos, nobles e inteligentes y para nada desprovistos de sentimientos bastante parecidos a los humanos. 

     Pero… debo sincerarme con vosotros, también es cierto, que aunque por lo general éramos hombres valerosos que no temíamos en demasía al sufrimiento y a la muerte, y además solíamos estar a bien con nuestros dioses, para que nos brindaran protección y además nos acogieran en la vida futura, conocíamos el inevitable triste final de las dotaciones de los paquidermos, cuando caían estos en la batalla; los hombres que los tripulaban eran masacrados de la peor de las maneras por la furiosa turba que acababa de ver morir aplastados a sus compañeros de armas y había rodeado al monstruo para acabar con él. Lo de menos era que te filetearan de inmediato sin compasión alguna, mucho peor que decidieran mantenerte con vida por un rato… Así que, cuando no lo veíamos muy claro, no sentíamos ningún entusiasmo por participar en una de esas espectaculares cargas que resultaban tan brillantes en los entrenamientos o en combates menores contra los míseros ejércitos de las tribus locales. 

     Y es que ciertamente resultaba impresionante participar o ser testigo de una de estas cargas, digamos incruentas. Intentad imaginar a nuestro escuadrón al completo, por ejemplo alineando veinticuatro paquidermos, distribuidos en tres filas de a ocho, lanzado al trote máximo, que venía a suponer unos treinta o cuarenta Kilómetros por hora, sumando al peso de sus cuerpos, el de sus tripulaciones, torres y blindajes. Es decir, ciento y muchas toneladas en total, aproximadamente, haciendo retumbar el terreno con sus pasos mientras levantaban una polvareda y su avance venía acompañado de un sinfín de sonoros barritos emitidos por sus trompas, más el trepidar de todos los aparatosos arneses. 

     Y os preguntaréis cómo podía llegar a ser tan costoso un elefante de guerra, pues os lo voy a explicar brevemente. Los paquidermos que servían en nuestro ejército no procedían de su reproducción en cautividad, sino que se les capturaba en su medio natural en su etapa juvenil. Se organizaban impresionantes safaris para ir a su caza, y el atraparlos vivos y sin ningún rasguño de importancia resultaba una auténtica proeza que solía costar no pocas vidas humanas. 

     A continuación se procedía a su doma, complicadísima, que no se consideraba terminada hasta que el animal consintiese tener a un humano subido en su lomo. Esto duraba muchos meses y en su transcurso no eran pocos los hombres fallecidos o lesionados de por vida a causa de los lógicos accidentes. Pensad que para que resultara exitosa, incluso participaban otros elefantes ya domados a la hora de castigar físicamente a los díscolos. 

     A partir de aquel momento, venía la domesticación, en las que el animal aceptaba su suerte, la cautividad y la convivencia con los humanos y establecía lazos afectivos, generalmente de por vida, con la única, o casi, persona que admitiría le diese órdenes y le condujese, el cornaca del que ya hablamos, su hombre de confianza, su amo, su amigo. 

     Y por último había que afrontar el complicadísimo adiestramiento militar, que duraba muchos años y que en realidad no terminaba nunca, pues durante todo su servicio activo debía ser perfeccionado constantemente. Que el enemigo les había hecho enloquecer con el vibrante y estridente sonido de su trompetería en uno de los últimos combates, nosotros le sometíamos también a esa tortura de manera moderada y progresiva hasta que se acostumbraba a la misma. Que en otra batalla habían utilizado cerdos en llamas enviados contra ellos para que sus agudos chillidos de dolor y terror los asustase, pues nosotros hacíamos otro tanto de forma muy controlada y limitada… 

     Veinte años venía a durar todo ese proceso completo, y después de ello, cuando el elefante había alcanzado la madurez en todos los aspectos, sobre sus cuarenta de edad, se consideraban preparado para el servicio. ¿Entendéis ahora su costo? 

     Ciertamente Anibal, antes que él su cuñado Asdrúbal “El Bello” y su padre Almilcar Barca, primero, utilizaron con mucho éxito los paquidermos contra los pobres indígenas de la Península Ibérica, contra nuestros hermanos rebeldes. Pero los romanos eran otro cantar. Ya habían combatido contra ellos en la Primera Guerra Púnica y anteriormente en las Guerras Pírricas, y disponían de armas especialmente diseñadas al efecto, como la balista, que disparaba enormes dardos, catapultas de campaña, los onagros, que los apedreaban desde la distancia, guadañas y hachas especiales para tratar de cortar los tendones de sus patas y un largo etcétera; sin olvidar el diseño de tácticas muy efectivas para canalizar la dirección de sus cargas. 

     Todo esto explica, como dijimos, nuestra preocupación constante por protegerlos eficazmente. El personal a bordo de la torre, del howdah, en un elefante de la talla de Sombo sumaba tres personas al principio de mi incorporación al arma, un lancero, que solía coincidir con el elefantarca, encargado de manejar una sarissa, una lanza de seis metros de longitud en este caso, y dos arqueros. Tuvimos que prescindir, como conté más arriba, de uno de estos para poder reforzar las defensas del paquidermo. 

     Nuestros elefantes iban resguardados, depende que parte, por guardas de cuero hervido, cotas de malla o de escamas, almohadillados de esparto, vendas de lino o de cuero… etc. y todo el conjunto cubierto por una enorme gualdrapa púrpura muy vistosa, cuyo espeso tejido también servía de protección. Defensa aparte merecía la cabeza, cubierta por una gran caperuza de cuero y una testera de acero en su frontal cubriéndole la cara; y los colmillos, que para evitar su rotura iban protegidos por fundas de cuero provistas de cuchillas. Estos se convertían de hecho en armas formidables capaces de ensartar un corpulento caballo provisto de guarniciones y montado por su jinete y lanzarlo lejos si se cruzaba con él en su embestida. 

     El propio aparatoso arnés que sujetaba, mediando una ancha y extensa almohadilla, el howdah al lomo de animal, provisto de gruesas correas y cadenas que rodeaban su tronco, también servía de resguardo. 

     Qué más deciros, que nuestros paquidermos, al menos los más valiosos, incluso utilizaban botas, una especie de fundas de cuero almohadilladas en las plantas cubriendo sus pezuñas, durante el combate para poder así desafiar los campos sembrados con erizos de hierro que el enemigo a veces diseminaba por su frente. 

     Por esto me hace mucha gracia el ver algunos grabados e ilustraciones, más o menos recientes, retratando a los mahouts en plena batalla cubiertos con poco más que un taparrabos. Esto era impensable en nuestra hueste, ridículo. El conductor, el cornaca, era el elemento más importante de todo el conjunto, más aún que el elefante en sí. Sin él, no se podía gobernar de ninguna manera el animal, ¿podíamos dejarle expuesto a los efectos del simple guijarro lanzado por una honda? ¿En qué cabeza cabe? 

     ¡No!, nuestros mahouts llevaban las mejores armaduras, estaban provistos de escudos, y la propia testera del paquidermo diseñada para que rebasase su frente y proporcionase una protección adicional a su conductor. Eso sí, eran hombres ligeros, pequeños, pues tampoco se podía recargar aquella zona sensible del animal donde se sentaban. Los propios penachos de vistosos colores que coronaban la caperuza o la testera, estaban pensadas para difuminar un tanto su silueta. 

     En la mano libre del escudo, el cornaca portaba el ankus, la lanza metálica con la que conducía el elefante; y colgando de una bolsa siempre a mano, un cincel y un martillo, que servía para, clavándolo en el punto exacto que señalaba cierto tatuaje hecho en la piel del animal sobre la parte más expuesta de su médula espinal, matarlo de forma instantánea en caso de que hubiese enloquecido y amenazara con dañar a las propias tropas. 

     Lo cierto, todo hay que contarlo, y no es solo impresión mía, que por término general nuestros elefantes, pese a todos los cuidados que les dedicábamos, que creo no lograban compensar los grandes sufrimientos que padecían, los duros entrenamientos y sobre todo la falta de libertad, estaban siempre al borde del ataque de nervios, neuróticos perdidos. 

     Para empezar eran animales, debido a su gran inteligencia y proverbial memoria, un tanto cobardones, y además estoy convencido que no les gustaba en absoluto matar ni participar en batallas, mucho menos jugarse la vida en empresas que ni les iban ni les venían, probablemente odiaban la guerra, quiero decir, el momento del combate, cómo no. 

     Se les enseñaba a respetar, obedecer e incluso mostrarse afectivos con ciertos humanos y sin embargo luego a aplastar o cornear a otros que apenas distinguía de los anteriores si no era por el color del escudo o tipo de panoplia, o la simple disposición de esa tropa en el campo de batalla. No podía ser más confusa la situación. 

     Yendo más lejos, a algunos se les enseñaba a ejecutar a los prisioneros más pérfidos o los propios acusados de alta traición. Incluso a torturarlos y desmembrarlos de la forma más sanguinaria y cruel. Siempre me opuse, en la medida que podía influir desde mi humilde empleo, a esta brutal actividad, y al menos logré que en el tiempo que Sombo estuvo bajo mi mando, únicamente participase en aquellas ejecuciones por aplastamiento que le correspondiese por riguroso turno, mientras no hubiese otro animal cuyo elefantarca se ofreciese voluntario para aplicar el suplicio… y sádicos y morbosos nunca nos faltaron, la verdad. 

     Solía alegar al mando que enseñarles esas truculencias algún día podía volverse contra nosotros, como así pasaba de vez en cuando. No pocos cornacas fueron ferozmente asesinados por sus propios paquidermos que, enloquecidos, vengaban sobre el humano más allegado las frustraciones de toda una vida de cautiverio y sufrimiento. 

     Antes mencioné que únicamente a una persona permitía el animal subir sobre su nuca y conducirlo, pero añadí “casi”, porque esto no es del todo cierto, contábamos siempre con un cornaca suplente y varios aprendices por cada uno de ellos. Lo que pasa es que el interino no era capaz de hacerse obedecer de igual forma y tampoco de realizar las maniobras más complicadas; el elefante no se fiaba plenamente del sustituto ni le obedecía de muy buen grado. 

     Esta cuestión me da píe a explicar que mi mando como elefantarca, como suboficial consideremos, de “medio rango”, no se limitaba al paquidermo y las tres o cuatro personas que combatíamos sobre su lomo, sino que yo era responsable de todo un equipo compuesto por una treintena de personas y un hato de machos de carga. Entre ellos estaba el cornaca suplente y sus aprendices, mozos encargados de la limpieza y enjaezado del animal, forrajeadores y aguadores responsables de su alimentación, un “pelotón” de infantería ligera para su permanente custodia y apoyo en el combate, más los propios conductores de las acémilas que cargaban con todo el equipo; sin olvidar a mi segundo en el mando. 

     Alguno dirá: “mucho para un Suboficial, no”. Bueno, a parte de que podéis considerar por ejemplo el número de hombres que tiene a su cargo un jefe de pieza de artillería de montaña a lomo, tened en cuenta que en aquel entonces, tanto en el ejército nuestro como en el romano y otros, los criterios eran diferentes a los de ahora. Estábamos por un lado los ciudadanos, hombres libres o profesionales de las armas que empezábamos desde abajo e íbamos escalando puestos de responsabilidad según sumábamos experiencia y capacitación y cuya escala llegaba bastante arriba, si es que sobrevivías, cosa rara, y por otro los aristócratas, políticos o potentados que ocupaban por designación del “Gobierno” los altos empleos del ejército. Desde este punto de vista tal vez me prefiráis situar en un empleo de Brigada o Subteniente actual, más o menos. 

     De lo explicado, se puede deducir que nuestra unidad se trasladaba a pie, salvo un servidor que disponía de montura, y lo que cargábamos en los mulos era nuestra impedimenta y sobre todo la del elefante. Este, en las marchas, solo portaba el howdah vacío, que aunque era desmontable resultaba un engorro su traslado, y al conductor sobre el cuello. En los altos nocturnos, también se le retiraba la mencionada torre, que pesaba unos cien kilos, para que pudiera descansar más cómodo. Disculpadme que os aclare que las torres sobre los paquidermos tampoco eran esos auténticos castillos de piedra dotados de almenas que se muestran en algunas estampas antiguas y modernas, sino una simple barquilla de cuero y madera con algunos refuerzos metálicos desde los que combatíamos sentados o de rodillas, rara vez de pie. 

     Como sin duda sabréis, a finales de mayo del 218 a.C. el grueso del gran ejército partió de Cartagena y se puso en marcha hacia el norte con intención de llegar hasta la misma Roma por tierra, realizando la proeza nunca antes intentada de atravesar a pie cerca de dos mil kilómetros de terreno, salvando, entre otros infinitos accidentes, colosales cordilleras, como los Pirineos y sobre todo los Alpes, y ríos tan caudalosos como el Ebro o el Garona. Empezaba la Segunda Guerra Púnica que duraría la friolera, en absoluto lo imaginábamos previamente, de nada menos que diecisiete años. 

     Cita Polibio, y no exagera, que cruzamos el Ebro una fuerza de 90.000 infantes, 12.000 caballeros y 37 elefantes─ yo diría que 38 con el mío─ y por lo tanto además doce mil caballos y un número, añado yo, de varios miles de acémilas. Y todo ello sin contar con un ingente cantidad de civiles, muchos de ellos familiares de las tropas, que acompañaban al ejército. No os olvidéis de multiplicar por diez para comprender lo que suponía el movimiento de aquella masa de personas y animales en aquellos tiempos. 

     Llevábamos alimentos con nosotros, claro, algunos en conserva, y también ganado, pero lógicamente, dada la muchedumbre que avanzaba, para solo unos cuantos días, o quizás algunas semanas en lo concerniente a ciertas viandas y animales vivos. Pero pensad que la larga marcha, solo para llegar al norte de Italia, nos llevó cerca de cinco meses tras haber recorrido más de dos mil cuatrocientos Kilómetros pues nos vimos obligados a realizar un gran rodeo, aparte de que no, no había autopistas de peaje y tampoco muchos caminos que digamos, yendo la mayor parte de las veces campo a través… Y teníamos que sobrevivir como fuera 

     Podéis imaginar que arrasábamos las zonas por donde pasábamos, como si fuéramos la marabunta. La caza y el forrajeado intensivo eran imprescindibles; también se recurría, “por las buenas” a la requisa forzosa de los bienes de los particulares, en principio pagando a precios irrisorios, vamos los que nos conviniesen a nosotros, en metálico, en especie o mediante pagarés de dudoso reembolso. O, sobre todo más adelante, al atravesar territorios declaradamente enemigos, “por las malas”, mediante un bárbaro pillaje sin contemplaciones. 

     No os creáis de todas maneras que todo ello era para vivir a cuerpo de rey. En absoluto, bueno era Anibal para eso, el más parco, frugal y austero de cuantos generales ha habido y habrá. Antes bien, en aras a obtener lo indispensable para nuestra ponderada alimentación, procurando hacer el menor daño posible en aquellos países que transitábamos. No todos sus generales le secundaron en aquel intento de exquisito comportamiento, los hubo bastante desalmados y crueles cuando, debido a las circunstancias de las operaciones, hubieron de obrar de forma independiente. 

     Quizás previendo todo esto y por otras cuestiones que tuvo que solventar antes de abandonar la Península, nuestro ejército cruzó los Pirineos ya menguado en veintitrés mil hombres. Doce mil turdetanos que despacho de vuelta a su tierra por encontrarlos nuestro caudillo poco fiables, y el resto para cubrir su retaguardia y bases de operaciones en Hispania, reforzando la frontera norte del territorio que quedaba bajo el mando de su hermano Asdrúbal. 

     En junio pues, cruzamos el Ebro, y en agosto los Pirineos, en septiembre salvamos el caudaloso Ródano, una hazaña cuando menos espectacular, y ya en octubre afrontamos la titánica empresa, como hemos dicho, de atravesar la complicada cordillera de los Alpes, maniobra en la que perderíamos dos semanas y muchísima gente y elefantes. Pero esto ya es otra historia que os relataré en la próxima ocasión. No os quiero aburrir. 



Antonio Castillo-Olivares Reixa 

Madrid, 18/04/19
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Gregorio Nogales: "Para conocer a España y a los españoles hay que leer a Pérez Galdós, para saber sobre Extremadura y los extremeños, a Gabriel y Galán."

Ediciones Atlantis presenta La vida que otros vivieron, una apasionante novela que refleja la España rural de hace 100 años. El autor extremeño Gregorio Nogales logra emocionar a los lectores a la vez que mostrar una realidad que, para bien o para mal, va quedando más y más atrás en el tiempo. 

‘La vida que otros vivieron’ es una novela costumbrista ambientada en un pueblo de la España
profunda en los años 20 del siglo pasado… ¿Son hechos reales o la historia que se narra es ficción? 
Es ficción, aunque la realidad de aquella vida empequeñece a la novela.

¿Es la primera novela que escribe? ¿Cuánto tiempo le llevó darle forma a aquella primera idea?
Si, es la primera novela que escribo, aun teniendo algunos premios a nivel local en relato corto y poesía, nunca me atreví a dar el paso. Diecisiete meses de satisfacciones y decepciones, a un promedio de tres horas diarias.

¿Cómo es la evolución de la trama y los personajes?
Todo empieza con una boda que dispone la Señora entre una criada y el mamífero. A raíz de esto, van surgiendo personajes y hechos de la convivencia diaria de un pequeño núcleo de ciudadanos a los que le van surgiendo y cada cual los tiene que afrontar como cada cual puede.

¿Quién crees que disfrutará más con su lectura?
Cualquiera que tenga curiosidad por las formas de vida que se han dado es este país.

¿Qué clásico de la literatura consideras un imprescindible?
Para conocer España y a los españoles Perez Galdos, saber sobre Extremadura y los extremeños Grabiel y Galán.

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Montse González de Diego: "Una historia que principalmente habla sobre relaciones familiares, sobre el vínculo entre madre e hija, también habla sobre el amor, la amistad, la lealtad, a pesar de los fanatismos".


Ediciones Atlantis presenta 'La tercera sala', novela de la autora Montse González de Diego. El intrigante mundo de las sectas religiosas descrito en profundidad y con veracidad.


¿Desde cuándo escribes?
Desde muy pequeña. Mis primeros escritos consistían en lo que ahora llamo pseudopoesía y más tarde empecé con relatos cortos. Ya en la adolescencia escribí algún cuento, pero leía más de lo que escribía, aunque dejé bastante de lado las dos cosas. En mi temprana edad adulta tomé la costumbre, cada vez que salía de viaje, de llevar un cuaderno y anotar todo cuanto me sucedía obsesionada con la idea de recordar en el futuro todos los detalles, como el que lleva una cámara de fotos. También en aquella época volví a escribir algún relato. Recuerdo con especial cariño uno que hablaba sobre mi infancia y sobre una vecina que debía estar cansada de tanto niño jugando en la calle, bajo su ventana.

¿Qué va a encontrarse el lector en tu novela?
La novela transcurre en los últimos años del franquismo, en plena proscripción religiosa, de modo que la sensación de clandestinidad permanece latente en gran parte de la obra. También aborda el tema del poder, reflejado en las relaciones establecidas entre los integrantes de la congregación, Testigos de Jehová, y en la jerarquía de la organización; pero es una historia que principalmente habla sobre relaciones familiares, sobre el vínculo entre madre e hija, también habla sobre el amor, la amistad, la lealtad, a pesar de los fanatismos. De igual modo intento plasmar la situación de las mujeres dentro de una organización de este tipo y de lo que supone plantearse salir de un entorno opresivo.

¿Cuáles son o han sido tus principales influencias literarias?  
¡Fueron muchos los autores! Con Miguel Delibes y con García Márquez aprendí que la acción transcurre en un espacio concreto, por imaginario que pueda ser, lo que me sirvió de gran ayuda, dada mi tendencia a lo etéreo o indeterminado. Dostoyevski me sorprendió como ningún autor lo había hecho hasta entonces, por su capacidad de profundizar en la mente y por sus análisis minuciosos. Con Virginia Woolf descubrí una libertad que me resultó muy valiosa para expresarme, sobre todo en los momentos de bloqueo verbal, ya que aprendí a ubicarme en el pensamiento, aunque después tuviera que corregir lo escrito para mayor comprensión. Fue como si la autora hubiera estimulado algún recodo de mi mente. Con Kafka aprendí a fijarme en otras realidades. Con Mercè Rodoreda la importancia del detalle para dotar al texto de mayor verosimilitud. De Josep Pla me encantó su serenidad y elegancia, sobre todo la importancia de una adecuada adjetivación. Y finalmente, descubrí a Proust de quien no dejo de aprender. El consejo de mi padre, respecto a lo mucho que es necesario leer para escribir bien, fue uno de los mejores aprendizajes desde mi juventud.

El tema de las sectas es un tema apasionante. ¿Qué te ha llevado a hablar de ello? ¿Ha sido necesaria mucha investigación y documentación para abordar la obra?
Francamente, fueron otros quienes me dijeron que el tema les parecía muy interesante. No es una novela autobiográfica, pero fui Testigo de Jehová, y la necesidad de hablar sobre lo que implica pertenecer a una organización de este tipo, me impulsó a escribir esta novela. Dediqué muchas horas a documentarme porque, como ocurre en estos casos, saben más los de afuera que los de adentro, y más tratándose de que la acción arranca en una época en la que no había nacido aún. A lo largo de los años se han producido cambios en sus doctrinas, y tuve que documentarme sobre ello. También sobre la música, el cine, la objeción de conciencia, sobre las imprentas de la época, el barrio en el que me crié y donde se ubican la mayor parte de los hechos, etc.

¿Qué otros géneros te interesan?
Mi segunda novela está resultando realista como la primera, aunque tal vez haya algo de misterio, pero lo sabré si a medida que se desarrolla la narración veo que funciona. También estoy interesada en el diario personal, pero sólo estoy explorando mientras escribo y leo a otros autores.


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Jaime Alemañ Cano, autor de 'La Troya': "Todo, o casi todo, es producto de la casualidad y algunas veces de la causalidad."


Ediciones Atlantis presenta 'La Troya', novela del autor alicantino Jaime Alemañ Cano. Una calidad literaria fuera de lo común al servicio de una narración hermosa y profunda.

¿Cómo surgió la idea para escribir esta novela?
La idea de esta novela, como las de otras que he escrito, surge de fragmentos y de situaciones vividas o queridas vivir por uno mismo, o vividas por terceros y transmitidas por cualquier medio. 

¿Qué tiene Oswaldo Ros de Jaime Alemañ? 
Todo y nada; quiero decir, el espíritu de Oswaldo sí se podría encontrar en mí, pero solo eso.

¿Hay elementos autobiográficos en las sensaciones y experiencias que relata en el libro?
Casi siempre que esta pregunta se realiza, incluso si se formula por amistades y conocidos, se contesta con un tópico, que por serlo no deja de tener cierta verosimilitud. Unamuno dijo que en toda obra, sea cual fuere esta, hay una parte, escasa o amplia, de relatos biográficos del autor.

¿Por qué La Troya? ¿Qué has querido transmitir con el título?
La Troya es el juego de las canicas, así denominado en algunos países iberoamericanos. Me gustó este nombre, pero me gustó más, si cabe, el significado, o mejor, lo que quiero transmitir en la novela. Las canicas del juego son los seres humanos; cada bola puede golpear a otra o a otras y cambiar el rumbo inicial que las mismas comenzaron en un momento dado. Pero también a cada uno de nosotros nos pueden golpear otras bolas y ponernos en una posición que no pensábamos que íbamos a adoptar o habíamos elegido. Todo, o casi todo, es producto de la casualidad y algunas veces de la causalidad.

¿Qué obra has leído, releído y volverías a leer?
La pregunta es sencilla y difícil al mismo tiempo. Y ello porque nuestra vida es tan corta que no es posible leerlo todo; si este tiempo reducido lo dedicamos a releer se convierte en tiempo perdido para leer cosas nuevas. Aun así, he de decir que he releído hasta la saciedad y volveré a releer, la obra maestra (a mi parecer) de García Márquez, La Hojarasca.

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Alejandro Ruiz Lara. ¿El "Asimov" español? Solo el tiempo lo dirá

Ediciones Atlantis presenta 'Génesis. El último origen', la continuación de la saga creada por el joven autor malagueño Alejandro Ruiz Lara. El autor continúa sorprendiendo a todos con el alcance y la calidad de su obra. ¿Estamos ante el "Asimov" español? El tiempo lo dirá. 

¿Te atreves a ofrecer un breve resumen de la saga para los lectores que no han tenido la oportunidad de leer los dos libros anteriores?
Génesis es una trilogía de ciencia-ficción y fantasía. Esto queda claro en muchas de las descripciones que se pueden encontrar tanto de este último como de los otros dos libros. Sin embargo, su enfoque va más allá.

Génesis y las cinco Arcas fue la introducción a un universo regido por las leyes naturales que conocemos hoy día, pero con posibles teorías de cómo funciona todo lo que no conocemos. Siempre quise reflejar un universo verosímil pero con la expresión de las ideas que siempre han rondado mi cabeza. 
Para hacerlo, todo comenzaba con la historia de Jules. Un viejo veterano de la segunda guerra mundial que por cuestiones de la edad fallece. Estaba a cargo de su nieto Nigel, el cual es huérfano. Esto hizo a Jules irse sin la tranquilidad y paz eterna que cualquiera esperaría. Sin embargo, Jules no se siente muerto. Pasados unos instantes aterradores, es capaz de volver a abrir los ojos. Se encuentra en otro planeta, dentro de otro cuerpo muy diferente y rodeado de otros seres muy superiores. Aquí es donde empieza la verdadera aventura de la trilogía.
Jules es un ser muy especial. Jedilá, el líder de los sinuls, raza superior al resto de razas universales se lo hará ver. El protagonista comenzará a descubrir sus cualidades y a rodearse de otros compañeros y seres que habitan el planeta Génesis y se encargan de la protección del resto del Universo. Su cabeza nunca abandonará el pensamiento de rescatar a su nieto de su soledad en la Tierra. Génesis es el planeta que controla la energía que mueve todas las almas, pero es físico. Su distancia con la Tierra simplemente es física.
Justo en este punto de la trama, una antigua guerra por el control de las cinco arcas que contienen los cinco tipos de energía de que se componen todas las almas resurge. No por casualidad.

Este hilo argumental es el que recorre toda la trilogía, llevando a los personajes en la segunda novela (Génesis y los enigmas del pasado) a descubrir qué cinco planetas del universo esconden cada una de las cinco arcas existentes para poder custodiarlas. Egipto y sus pirámides, el pasado de Marte y los viajes temporales tienen mucho que decir al respecto. Además, los demomantos, raza que pugna por cambiar el orden universal de Génesis afectan muy de cerca a Jules y sus amigos. El juego de sombra, engaños y verdades a media cobra mucha importancia en la trilogía, que deja abierto y encaminado el crucial desenlace que se cierne sobre la última novela: Génesis y el último origen.

¿Tenías absolutamente ideada cuál sería la estructura general de la saga desde que empezaste a escribir la primera entrega?
La verdad es que no. Empecé a escribir con la simple pretensión de descubrir al mundo las ideas, algo descabelladas pero siempre fundamentadas, que rondan mi cabeza en torno a cómo funciona el universo que nos rodea. Cómo contestar a preguntas sin respuestas como: ¿Qué hay detrás de la muerte? ¿Qué esconde el pasado de Marte o el enigma de las pirámides? 
Todo ello quise hacerlo a través de una historia de ciencia-ficción y fantasía. Sin embargo, haciendo caso a algunas de las referencias que me han marcado para llegar aquí, la historia fue ganando giros argumentales. El concepto de las arcas de energía apareció de repente para dejarme ver que un conflicto entorno al control del poder podría resultar muy interesante. 
Fui dejando que los propios personajes dominasen la historia y, al final, todo acabó como esperaba pero sin una estructura preestablecida.

¿Qué autores y novelas han sido tu principal fuente de inspiración?
Los primeros suenan muy banales pero es totalmente cierto que mi primera trilogía es de ciencia-ficción y fantasía gracias a J. K. Rowling y Harry Potter; y a J. R. R. Tolkien y El Señor de los Anillos. Ambos inspiraron en mí desde pequeño un gusto por creer que lo imposible podría hacerse realidad que en algún momento de mi vida necesitaría sacar a la luz. Ese momento es ahora.

También podría hablarte del clásico Asimov o incluso Stephen King. Sin embargo, no puedo dejar de mencionar referencias cinematográficas, como las infinitas películas de trama espacial: Interestellar, Prometheus, Marte… Las he visto todas cientos de veces y siempre han despertado en mí un cosquilleo en el estómago que es difícil de calmar.

¿Qué elementos de tu saga consideras que son fuertemente originales e innovadores dentro del género?
Es un poco osado hablar de que con mi saga he introducido innovación en el género de la ciencia-ficción y la fantasía. Sin embargo, podría hablarte de usar el género, no para reflejar un posible futuro o distopía; sino para hacer una crítica y reflejo de la sociedad actual y sus limitaciones.
El uso de la trilogía para criticar el camino cercado que ha marcado la religión en nuestro desarrollo; los liderazgos sectarios, codiciosos y de falsa bondad que nos son comunes hoy día y los poderes ocultos y uso de títeres de quienes realmente controlan los aspectos importantes. Esto es lo que considero que Génesis es capaz de hacer con el uso de la ciencia-ficción y la fantasía y que puede diferenciarlo de muchas otras historias que solo buscan el gusto literario.

¿Cuál piensas que es el target o público objetivo ideal de una novela como la que has escrito?
Como escritor que quiere que le lean el mayor número posible de personas debería decir que cualquier persona de 0 a infinitos años. Pero no sería realista. Génesis es una historia fantástica, de ficción y con ciencia aplicada que no está pensada para niños muy pequeños. Aunque me gustaría decir que sí. 

Génesis está enfocada a cualquier tipo de público con la curiosidad suficiente y capacidad de entender cómo el amor familiar puede mover mundos y vencer a la muerte. Para comprender que quien te rodea y se preocupa por ti es capaz de salvarte la vida una y mil veces y merece lo mismo en consecuencia. Para darse cuenta de que el universo no es un lugar frío y oscuro, sino un cúmulo de coincidencias asombrosas esperando a ser descubiertas.

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Encarna Nogales Expósito: un homenaje a tantas mujeres de provincia que han sido verdaderas protagonistas silenciosas de la historia reciente en nuestro país.

Ediciones Atlantis presenta 'Metamorfosis de un caracol', la última novela de la autora extremeña Encarna Nogales Expósito. En su nueva obra, Encarna realiza un sentido homenaje a tantas y tantas mujeres de provincia que han sido protagonistas silenciosas del desarrollo de este país en los últimos 50 años.


¿Quién es Encarna Nogales?
Una mujer que ha tratado y trata de vivir cada momento sacando lo positivo que le ofrece la vida. Enamorada del arte y la literatura que
trata de comunicar a través de sus historias una crítica a lo negativo, a lo injusto; y, a la vez, comunicar fuerza y esperanza porque está convencida de que todos podemos más.

Pasamos de una novela de intriga y suspense, como es “Lo que nunca hice a tu lado”, a una costumbrista que reivindica la liberación de la mujer… ¿Qué te inspira para escribir? ¿En qué género te encuentras más cómoda escribiendo?
Lo primero que quiero aclarar es que “Metamorfosis de un caracol”, fue escrita unos años antes de “Lo que nunca hice a tu lado”. Lo que ocurre es que esta última se publicó antes.
Para escribir me inspira cualquier acontecimiento (pasado o presente) que me revuelva interiormente. La intriga siempre está presente. Me gusta cambiar de registro de vez en cuando y adoptar la forma que me va pidiendo la obra.

¿Qué se esconde bajo el título de “Metamorfosis de un caracol” Es un título sugerente. ¿Barajó algún otro?
No. Lo tuve claro desde el principio porque no hay nada más rastrero que un caracol. Por eso, lo doté de “la metamorfosis” que lograra el cambio para vivir como persona.

¿Hay elementos de realidad y de ficción en tu novela?
Claro: hay elementos reales que no son realidades autobiográficas, sino sacados de situaciones amargas contempladas en un mundo gris, y que te duelen hasta estallar. Ahí empieza la ficción y comienzan a crecer tus personajes.

¿Tienes alguna obra olvidada en un cajón a la espera de salir a la luz?
Sí, varias: otra novela para adultos; “Cuentos de nata y chocolate” (ilustrados por mí, con el ratón del ordenador) para niños de 8 o 9 años; otros cuentos para pequeños que podrían recogerse en otro libro; y “Mostaza quiere crecer”, una novelita para preadolescentes. Como se puede ver, mis vivencias como Maestra, tenían que reflejarse en la literatura infantil, ya que constituyen una importante etapa de mi vida. Actualmente, estoy escribiendo una nueva novela para adultos.

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Alfonso Sierra, autor de Viernes 23 de julio: ¿qué ocurriría si todos los aparatos electrónicos dejasen de funcionar de un día para otro?


Ediciones Atlantis presenta este jueves en Griñón 'Viernes 23 de julio', la nueva novela escrita por el escritor madrileño Alfonso Sierra Garrido, en la que el lector se encontrará un mundo devastado y sumido en el caos.

Tras el éxito de ‘El purgador de pecados’, novela ganadora de los Premios Atlantis 2018 en la categoría de novela policiaca, el autor Alfonso Sierra Garrido nos sorprende con una nueva novela, ‘Viernes 23 de julio’, ¿Por qué una novela de ciencia ficción? ¿Qué te hizo querer adentrarte en este género?

A la gente le sorprende que alguien cambie de registro. La verdad es que esta historia llevaba mucho tiempo en mi cabeza y podría haberla escrito antes que El purgador de pecados, pero decidí comenzar con el género negro. Si hubiera sido al revés, ahora me preguntarían qué me ha llevado a narrar la vida de un sicario. Creo que el género es lo de menos, para mí lo importante es que una novela cuente una buena historia. 

Concretamente, ¿Cómo surgió la idea para escribir Viernes 23 de julio?

Tiene que ver con la reflexión acerca de la dependencia que tenemos de la tecnología. Me encanta cuando alguien se ríe de, por ejemplo, un ordenador de los años setenta. La cuestión es: ¿podríamos fabricarlo de nuevo partiendo desde cero? 
Sabemos utilizar los recursos tecnológicos y nos apoyamos en estos para inventar y producir cosas nuevas, pero ¿qué ocurriría si todos los aparatos electrónicos dejasen de funcionar de un día para otro? Hay que plantearse que el conocimiento de la humanidad se está guardando en la nube y para rescatar la información que se almacena en ella necesitamos de máquinas complejas. 
La debacle de un mundo sin electricidad ni electrónica es el escenario donde se desarrolla Viernes 23 de julio. Reflejar una sociedad que no sabe hacer nada sin un smarphone en la mano me parecía interesante, de ahí surgió la idea.

¿Cómo definirías la pluma de Alfonso Sierra Garrido?

Es muy difícil definirse a sí mismo. Eso, creo honestamente, deben hacerlo otros.

¿Cómo ha sido enfrentarte a esta nueva historia? 

Ha sido difícil y apasionante a partes iguales. Difícil porque hay que trasladarse a un mundo en el que uno no ha vivido y apasionante porque hacerlo es la parte donde el escritor se encuentra libre ya que «solo» debe perderse en su imaginación. 

¿Con qué género literario te encuentras más cómodo a la hora de escribir?

Lo cierto es que me he encontrado cómodo en ambos.

Sé que es difícil, pero ¿podrías destacar alguna frase de tu novela?

«La vida se convirtió en algo muy distinto, en una existencia desprovista de todas las comodidades a las que yo estaba acostumbrado desde que nací.»

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