Ediciones Atlantis publica “El expediente Altamirano” el libro del autor asturiano Víctor Celemín Santos. Una colección de relatos, que invitarán al lector a llevar a cabo una reflexión sobre el poder y la justicia.
¿Qué es “El expediente Altamirano” y cómo fue su proceso creativo?
Es un libro de relatos sobre la justicia, o mejor dicho sobre cómo se refleja en los juzgados el drama y la comedia de la vida. Y es que al final todos los problemas, allí terminan. Fue un embarazo lento en cuanto a las ideas, porque recrea emociones y experiencias de muchos años. El proceso de composición fue breve, con alguna laguna. Y el de corrección, más largo que el de escritura, dándole vueltas a episodios o personajes que pudieran parecer autobiográficos sin serlo. Porque aquí lo que prima es la imaginación.
¿A quién va dirigida tu obra?
No la hice pensando en un destinatario. Quizá pensaba más en mí mismo. Me puse a escribir después de diez años de silencio editorial porque me apetecía. Si no, te lo digo de verdad, no hubiese escrito ni una línea. Tuve una sensación mientras iba haciendo el libro y fue que me divertía. Me lo pasé bien y estoy seguro de que mi entretenimiento se va a contagiar al lector.
¿Cómo surge el título?
La idea me la dio un funcionario del Ministerio de Justicia que tuvo en su poder las dos cajas del llamado “Expediente Altamirano”, un dossier reservado que contiene documentación de los siglos XIX y XX, y que fue sacado no hace mucho de un Juzgado de Cantabria. Ahora está en Madrid. El resto te lo explico en el libro.
¿En qué momento supiste que querías ser escritor?
Lo he tenido más claro en otras épocas de mi vida, porque cada vez soy más partidario de la conversación intrascendente que de la comunicación por escrito. Si volviera la tradición oral a la literatura, como pasaba en la Edad Media, yo estaría en la Academia de la Lengua.
Si te pregunto por tu libro favorito… ¿Qué título es el primero en el que piensas?
La gente de mi generación, que nacimos en los años 70 del siglo pasado, somos el resultado de la incultura que es intrínseca a la democracia. Los autoritarismos siempre hicieron gala de buenos sistemas formativos. Nosotros, como no teníamos internet, leíamos historietas de terror (CIMOC, el CREEPY…). Hablando de literatura, mi vida está marcada por libros como “La Fuente de la edad” o “La lentitud de los bueyes”. Aunque nada supera en decadencia y belleza a la “Sonata de Invierno”. A partir de ahora recomendaré también “El expediente Altamirano”.
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