1. Tu carrera literaria es muy amplia. Háblanos de ella.
Yo vengo de un ambiente de infancia y juventud muy duro, con la hostilidad del puritanismo hispano más recalcitrante. La literatura y muy especialmente la poesía, fueron, junto con las artes marciales, mis válvulas de escape a esa realidad tan asfixiante.
En las páginas de la poesía suave y fácil de Amado Nervo y Sabines tuve mi encuentro fortuito con ese mundo de belleza contemplativa. A ellos le siguieron, Jorge Cuesta, Gilberto Owen, posteriormente, Huidobro, Mario Santiago Papasquiaro, Martínez de Ocaranza, Lorca, Alberti, y Gamoneda a quienes leía a la par de Pizarnik, Ginsberg, Frank O’Hara, Lautréamont, William Carlos Williams, e.e. cummings y Saint John-Perse.
Comencé a escribir y a relacionarme con el mundillo poético mexicano que era donde vivía entonces. Leí a mis contemporáneos, entré al taller con la magnífica investigadora y poeta, Lourdes Sánchez Duarte, quien, alejada de todo reflector y con recursos muy limitados perfeccionó, junto con su grupo de la UNAM, uno de los métodos más potentes para el análisis poético, el cual me abrió a una forma más profunda de entender la poesía a partir de las redes rítmicas.
Todo esto, me llevó a darme cuenta que, por un lado, la crítica y el pensamiento eran necesarios en la poesía de mi generación, pues había una falta de calidad, rigor y oficio en mis contemporáneos que era bastante evidente y por otro, la poesía que se editaba solo respondía a un tipo específico. Escribí artículos y reseñas de libros que fueron pesando, entonces me pidieron más, para blogs, revistas digitales y algunas impresas en México, Perú y Chile sobre todo. Esto no les sentó nada bien a quienes recibían las críticas. Aquellos que estaban en puestos de poder, vieron en mí una incipiente, por no decir insignificante amenaza que decidieron “funar” como se dice hoy en día. Muchos de esos poetas sin rigor, ni oficio ocupan ahora puestos importantes como funcionarios de cultura en México o como editores de renombre. Así me condené yo sólo a la periferia. Donde encontré a gente muy valiosa que creyó en mi trabajo, como Andrés Cisneros de Versodestierro, Roxana Cortés y Miguel Escabernal de Rojo Siena o el maestro Hiram Barrios, quienes de manera autogestiva me publicaban y me promocionaban con lecturas y presentaciones.
Al girar mis ojos hacia mi tierra, España, la cosa fue peor, salvo por alguna excepción luminosa como Iván Vergara de Ultramarina Cartonera, me encontré con que aquí la mafia editorial es mucho más sofisticada y funciona por medio de un divismo implicado, “lo grotesco en rosa” como dijera Cioran. Y es que son muchos los poetas que valen oro pero quedan relegados a la marginalidad por un sistema que los desoye a propósito por atender a sus intereses de camarilla a concursillos de egos. La poesía que ve la luz, es en su mayoría vetusta y esclerótica, no se mueve de formas ecuménicas que eran ya lugares comunes en el siglo XIX, no se atreve a reinventarse.
Esto me desencantó y me condujo a la filosofía y a la música experimental. Estos fueron los tiempos del Matemático negro, el Manual de neurocirugía para zombies y otros volúmenes de literatura avant-garde que combinaba géneros y se unía lo mismo al video que a la música y al performance. Siempre en las periferias. En estas fechas empieza la creación de lo que hoy se llama Corpus Dilectio.
Al volver a Pamplona después de tantos años, me he encontrado con gente maravillosa que tiene búsquedas estéticas y conceptuales bastante interesantes.
2. ¿Cómo han llegado tus publicaciones a diferentes países?
Por azar, pequeños milagros, tal vez. Conté con el apoyo de algunas personas cuya ética de trabajo admiro mucho, y otras a las que sólo les interesaba sacarme pasta pero que al final cumplieron y pusieron libros míos en circulación.
3. La corrupción en los cuerpos de seguridad es ya un tema en boga en la novela negra. ¿Crees que el sistema no funciona?
El sistema está diseñado para funcionar mal, lleva insertos algoritmos genéticos de falla, ya lo dice Hakim Bey: “No, escucha, lo que ocurrió fue esto: te mintieron, te vendieron ideas sobre el bien y el mal, te hicieron desconfiar de tu cuerpo y te avergonzaron de tu profesión del caos, se inventaron palabras de asco por tu amor molecular, te mesmerizaron con su indiferencia, te aburrieron con la civilización y con todas sus roñosas emociones”.
El sistema está comprometido con la corrupción desde el comienzo, es el ángel podrido de la novela de Mishima.
4. ¿Corpus dilectio es una novela para todos los públicos o sólo para paladares selectos?
Corpus Dilectio es la historia de un delirio, entendido como el derecho de perderse en la imaginación no creativa, en la que produce los ensueños y las fantasmagorías, el delirio que sólo es tolerado por los locos y los outsiders. Por otro lado, no hay tal cosa como paladares selectos, todos estamos sujetos a las fluctuaciones de la industria, es una maquinaria brutal y despótica que nos induce al consumo irreflexivo de ciertos artefactos literarios. Corpus Dilectio es una antinovela en ese sentido, como el surströmming, el arenque fermantado sueco, apesta, se ve mal, pero es una exquisitez si logras paladearlo.
5. Y hablando de paladares, ¿qué papel juega el vino en la trama?
El vino es una metáfora de la sangre a lo largo de todo el texto. Es una especie de hilo conductor que te lleva de un crimen a otro, de una estancia mística a otra. Ya los poetas dijeron que todo acto de amor es un crimen fallido.
6. ¿Qué recomendarías a un autor novel a la hora de publicar?
Parafraseando a Philip Anselmo de Pantera: “escribe lo que te nazca, di lo que tengas que decir, no te dejes pisotear por nadie y que te importe una mierda lo que los demás piensen de ti”.
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