A estas alturas de mi vida ya puedo decir claramente que me hice escritor para protegerme del mundo. Ese mundo que me venía tan grande y del que no me podía esconder. Empecé a escribir desde que pude agarrar un lapicero con mis manos y al principio fueron dibujos los que transmitieron mis historias y luego las palabras me pusieron los ojos como platos dándome millones de posibilidades que no tardé en imaginar. Y soñé con soñar y los sueños se fueron haciendo realidad suavemente... a menudo haciéndome esperar y hablándome de paciencia... esa que no podía soportar y con la que me enfadaba a menudo. Porque me hice escritor para protegerme del mundo y el mundo mientras tanto, en silencio, me protegió sin yo saberlo.
Y ¿a qué viene todo esto? Pues a que uno de mis millones de sueños era publicar algún libro. Yo lo hacía por mi cuenta. Pegaba hojas y les hacía una tapa repleta de dibujos que a mi me parecía el colmo de la profesionalidad cuyo único lector era un servidor. A veces me imaginaba firmando en unos Grandes Almacenes. Imaginaba las miradas y las sonrisas. Todas con un único fin... el no perderse nada de mi sueño, de mi existencia, de ese camino que empezaba. Soñaba con publicar y seguía escribiendo. Cientos y cientos de páginas que terminaban en cajones hasta que llegó la informática y los discos duros hicieron las veces de esos armarios llenos de polvo e ilusiones. Los más allegados leían esos párrafos a veces inconexos y decían que tenía que seguir, que ese era mi camino y yo pensaba en el cariño que me tenían. Pensaba que el cariño no sabía de objetividad y, seguramente, por aquellos años ni siquiera tenía aún claro lo que significaba "objetividad". Pero yo seguí escribiendo... aguantando profesoras que me decían que "nunca te ganarás la vida con esto, Espinosa". Yo seguía porque estaba cansado de profesores y profesoras que decidían mi futuro y castraban mis ilusiones. Seguí escribiendo cada día, apasionadamente, sin miedo a hablar, a explicar, a transmitir.. Seguí escupiendo mi alma porque si no lo hacía se me morirían los suspiros y ya no tendría nada más que decir. Y un día llegó una editorial que leyó aquello que para mi era el mundo abstracto de mi alma... un día llegó una editorial que pensó que tenía que publicar "Dime Que No Estoy Dormido" y esa editorial era Atlantis. Sentí que los sueños al final se hacían realidad. Firmé por fin libros en unos Grandes Almacenes y las miradas escucharon mis suspiros. Era verdad. Era realidad. Porque hay personas que te entienden, que te comprenden, que te esperan... y eso ya merece la pena.
Y este viernes son los Premios Atlantis 2015. Este viernes "Dime Que No Estoy Dormido" está nominada con muchas otras. De alguna manera todos somos ganadores. Incluso los no nominados, porque todos hemos cumplido nuestro sueño. Todos hemos llegado aquí y eso no nos lo quitará nadie.
Y quería escribir estas líneas para desear suerte a todos aquellos y aquellas que estarán junto a mi esa noche aguantando el alma para que no haga ruido. Que estaremos suspendidos en el pasado esperando que nuestro nombre salga y acariciemos el tiempo. Quiero felicitar a mis compañeros y compañeras... a los que están nominados y a los que no. Porque somos una familia que comparte lo más bello que podemos compartir... los sueños de las palabras. Porque somos esclavos de ellas y esa esclavitud nos deja vivir en libertad.
Quiero felicitar incluso antes de ganar ningún premio o de no ganarlo, porque aunque suene a tópico ya hemos sido ganadores desde el día que firmamos nuestro primer libro. Desde el día que nos llegó la carta de la editorial diciendo que confiaban en nosotros. Ya somos ganadores y pase lo que pase estaremos ahí sonriendo.
Gracias a Atlantis por cumplir sueños y este viernes... por fin... será mañana...
Javier Espinosa
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