Sylvia Blixen: "Pájaros en la cabeza soy yo. Son dudas, obsesiones, deseos impronunciables, incógnitas, temores, que picotean continuamente mi pensamiento"

Ediciones Atlantis publica ‘Pájaros en la cabeza’ de Sylvia Blixen, una novela urbana que destaca por la gran originalidad y calidad literaria de esta escritora, que es también diseñadora y que ha realizado el dibujo de portada y las páginas interiores que acompañan el libro. Los trazos de las alas de sus pájaros, precisos e inconcretos a la vez, solitarios y unidos, envuelven gráficamente las palabras de una historia que llega a la mente y al corazón. A la mente, por la cultura que trasluce, sus reflexiones, la superposición de personajes que unen sus vivencias a través de biografía y experiencias, sus diálogos concretos, que siempre sugieren más de lo que delimitan, así como sus espléndidas citas y referencias. Y al corazón, porque es difícil encontrar una narración donde la emoción se entremezcle de tal modo con la historia a desarrollar, concluyendo en un final sorprendente, de una sensibilidad y, al mismo tiempo, un impacto brutal.



¿Qué es Pájaros en la cabeza? 
Pájaros en la cabeza soy yo, una parte fundamental de mí. Son dudas, obsesiones, deseos impronunciables, incógnitas, temores, que picotean continuamente mi pensamiento. Son el resultado de la falta de respuestas a preguntas que todos nos hacemos y que, a menudo, me inmoviliza. Son, por tanto, unos pájaros muy íntimos, pero, a la vez, comunes, en esencia, a todos nosotros. Por eso digo que Pájaros en la cabeza soy yo, y lo afirmo con toda la gratitud de que soy capaz porque Ediciones Atlantis, y J. D. Álvarez como responsable último de la editorial, me han dado tal libertad en cuanto a la idea estética, han captado tan bien el concepto de la novela en todas sus dimensiones y han respetado de manera impecable esa visión de conjunto que yo tenía, de contenido y forma, que han logrado que el libro exprese todo esto.  

¿Crees que en la novela actual no basta con contar una historia? 
La penosa realidad, y no hay más que acudir a cualquier lugar en el que se vendan libros, es que sí basta, basta para mucha gente. Hay maestros de la técnica, verdaderos profesionales del oficio, pero que hacen una literatura demasiado amable, exclusivamente lúdica. Me parece respetable, aunque, personalmente, no me aporta nada, me cansa. Prefiero leer cosas más valientes, que me hagan pensar, prefiero escritores más divergentes, que me incomoden, no que me entretengan.

El libro está lleno de citas. De autores clásicos y de otros menos conocidos. ¿Cuál es, para ti, la función de las citas? 
Hay un archivo en mi ordenador que contiene mi colección de citas y es, quizá, de las pertenencias que más valoro, más incluso que la mayoría de los libros que poseo. Es fruto de algo que practico desde niña y que denomino «espeleología literaria». No son solo citas de escritores, algunas proceden de canciones, de películas, etc. Da igual la forma en que una idea llega a nosotros, cuando nos toca dentro, nos conmueve, nos afecta, nos duele, nos empuja a pensar, se convierte en parte de quienes somos, de los pájaros que todos tenemos en la cabeza. No todos mis pájaros son autóctonos, pero son pájaros, esa es su función en la novela, hacernos pensar y, de algún modo, hacernos comprender que, a lo largo de la historia, las preguntas que todos nos formulamos han sido las mismas, aunque hayan sido expresadas con distintas palabras  y originadas por diferentes circunstancias.

¿Puedes señalar algunos narradores que te hayan influido o, al menos, que pienses que son importantes, diferentes a la media, en su concepción y expresión literaria?
Eso sí que es difícil. Siempre me conmueve Marguerite Duras. A veces me asombra Coetzee, el primer Kundera o la primera Almudena Grandes. Me enternece Benedetti. Me dan envidia Nada de Laforet, Dublineses de Joyce o Primera memoria de Ana María Matute, las primeras novelas de Paolo Giordano, la imaginación de Martín Gaite o los cuentos de Unamuno. Algunas narraciones de Onetti, Leonard Michaels, Luis Landero, Cormac McCarthy o Juan Marsé. Me deslumbra la maestría con que manejan las técnicas Borges o Nabokov, y la desfachatez respecto a las normas de Cortázar o Baricco. Me hace sonreír Sam Savage, que siempre se sale con la suya. Me duelen Pessoa, Virginia Wolf, Sylvia Plath, Idea Vilariño o Alejandra Pizarnik. Me calma Isak Dinesen. Me incomodan con mucha sutileza Jeffrey Eugenides, Hiromi Kawakami, Sábato, Camus o Ishiguro. Hace poco me sorprendió Sam Shepard y nunca me canso de Philip Roth o de Herta Müller. Soy un ratón de biblioteca, como Firmin, el personaje de Savage, no acabaría nunca de enumerar.

¿Qué crees que puede aportar la literatura a la vida? ¿Y la vida a la literatura?
Para mí es indisociable, no podría explicarlo, tendrán que leer ustedes Pájaros en la cabeza si de verdad les interesa mi respuesta. La primera cita de la novela, de Alejandro Baricco, dice: «Esto es algo muy antiguo. Cuando no se tiene un nombre para decir las cosas, entonces se utilizan las historias. Así funciona. Desde hace siglos.» 

¿Cómo podríamos acercarnos, más allá de la lectura del libro, o con ella, al vuelo de estos pájaros?
Escuchando, con la emoción y pensamiento que encierra, algo que aparece en la novela: el Adagio de Albinoni. 

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