Buenas
tardes un año más nos reunimos para hacer entrega del Premio Isla de las Letras
de Ediciones Atlantis a los ganadores de cada modalidad, en mi caso de novela
histórica. En esta novena edición tengo que confesar que no ha sido fácil
seleccionar al ganador, casi nunca lo es, pero este año se daban cuatro
circunstancias desfavorables para este jurado.
Primero,
seis eran los libros seleccionados en lugar de cinco, algo que comprendo dado
el aumento del número de títulos publicados que, en su crecimiento imparable,
va asumiendo Atlantis. Segundo el volumen de los textos, que entre los seis
sumaban unas dos mil ochocientas páginas. Tercero, la mezcla de géneros que
varios de ellos presentaban, puesto que algunos combinaban la historia con la
novela negra, la ciencia ficción o la saga familiar. Y cuarto, la cada vez
mayor calidad literaria que muestran los libros de esta editorial, algo que
impide que rechaces a primera vista un texto, de manera que va siendo muy
difícil descartar alguna de las obras seleccionadas por su humildad gramatical; esto, si pasó alguna vez, ya es cosa de un remoto pasado.
No
obstante, sí que destacó el texto ganador desde un principio dada la maestría
de su autor, de verdad fuera de lo común, y tuve mayores dificultades para
elegir el segundo puesto, donde la pugna entre los títulos acreedores al mismo
fue muy severa. Mi sistema, como ya he explicado alguna vez, consiste en leerlos
todos a un tiempo (entiéndase rotando las obras en cada sesión, claro) e ir descontando de los puntos iniciales, ese sobresaliente
que les presupongo y del que parten todos, según avanzo en su contenido y me
encuentro con los lógicos desaciertos. Por ello podría asemejarse mi valoración
a una carrera de obstáculos en las que los participantes cuentan, faltaría más,
con las mismas posibilidades.
En
conjunto he disfrutado un montón con todos ellos y mucho he aprendido, dado el
impresionante cúmulo de conocimientos con que documentan sus obras. Termino
emitiendo una breve opinión sobre cada una.
Estupendo
“El capote y la Bata” de Jesús Díaz, la narración te atrapa
desde el primer momento y te introduce en el universo femenino de sus
protagonistas haciéndote interiorizar sus propias vivencias como si fueran
reales. Curiosa y fascinante la experiencia propuesta por Jose Luis Sanz Vela
en su “¡Cesar vive!”, sugestiva de principio a fin. “Entre las cenizas” de Beth
Laskier, ¡ufff!, tremenda la historia que nos describe, te rompe el alma,
no recomendable para todos los públicos, es emocionalmente brutal, pero muy necesario
de vez en cuando leer estas estampas de la persecución nazi para no olvidar.
Entretenidísima la obra de Ramón Valls, “Desde Lobo Gris”, su compleja intriga te engancha y apasiona sin
tregua.
Y de “Jashon-Se”, de Jose Antonio Muñoz Mañogil, qué decir, no es la ganadora material
por que las circunstancias no le han sido favorables, quizás sea una obra que
requiere mayor exclusividad, pero la recomiendo a todos aquellos buscadores de
la verdad espiritual, yo sin duda la releeré más despacio en cuanto pueda
porque es digna de dedicarle mucho tiempo y rumiar poco a poco sus mensajes, sus
aforismos, sus enseñanzas, en otro nivel subjetivo ya tiene concedido su
merecido premio.
He
dejado para el final la obra ganadora, vencedora por mérito propio, su
gramática magistral, su magia descriptiva y narrativa, su pujanza estética, la
pluma de un gran literato, en definitiva, la hacen merecedora de este galardón.
Enhorabuena Juan Solaz por tu “Persa Invicta Venus”.
Y también mi enhorabuena a los demás,
sobre todo al finalista, Jesús Díaz y a “El capote y la bata”. Mi
agradecimiento a todos, y termino, por compartir vuestra creatividad y sabiduría con el resto del mundo.
Antonio Castillo-Olivares Reixa
Móstoles, 29/11/18
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