Entrevista a Pedro Fernández Puig: “Yo quemé el edificio Windsor” es una confesión. Los delitos han prescrito y ya puede contarse la historia. ¿Es cierto? Quizás.

Ediciones Atlantis presenta 'Yo quemé el edificio Windsor', una novela urbana del autor vasco Pedro Fernández Puig, en la que su protagonista, el abogado e inversor en bolsa residente en Getxo (Vizcaya) Paúl Fernández de Areilza, nos confiesa su autoría en el incendio de la Torre Windsor de Madrid en 2005 y detalla los enigmas del entramado por el cual ardió aquel coloso. ¿Fantasía o realidad? Hay que leerla y sacar la conclusión propia.

'Yo quemé el edificio Windsor’, un título que llama la atención. ¿Cómo fue su elección? 
Contemplar por televisión el incendio del Windsor fue algo inolvidable, por un lado porque pudimos observar totalmente en directo como ardía, y por otro porque la magnitud del incendio dejó un espectacular rascacielos agonizando entre hierro y cenizas.
Todos nos preguntábamos cómo había podido suceder, y si había víctimas, pero al pasar los días no solo parecía que no había heridos ni muertos, sino que además surgían diferentes preguntas sin respuesta, como el misterio de las sombras, la velocidad del propio incendio, el agujero en los sótanos...
Con todos estos elementos, y tras confirmarse que no había ningún fallecido y que tampoco había causante probado de los hechos, tenía libertad total para crear, y mi imaginación me llevó a ponerme en la piel de quien provocó el incendio. Comencé entonces a fantasear sobre la persona que provocó que el Windsor ardiera, sus sentimientos y el miedo a ser descubierto.
Y así, mi punto de partida fue que se trató de un simple error de una sola persona, una actuación inocente la que provocó el caos, y su autor nunca podría confesarlo. Esa era la idea central, el pensamiento que en su soledad le atormentaría: “Yo quemé el edificio Windsor”. 

¿Crees que conseguirá despertar el interés del público?
La novela plantea un reto a quien lea su título, ya que el final del libro ya se conoce antes de empezar, es decir, el edificio arde. 
El interés principal surge por saber los extremos hasta ahora no revelados; cómo se produjo el incendio, quién lo provocó, en qué planta, cómo se salvó, el origen de las sombras en la ventana, etc. 
Pero además el relato es divertido y ágil, en clave de un protagonista que lucha contra el destino, y pese a todo va a perder.  
Estos dos elementos, curiosidad por saber y comedia, hacen que el texto sea muy apetecible y positivo en un momento como el actual en el que el día a día nos resulta bastante tenso. 

¿Qué se va a encontrar el lector en esta novela?
El lector va a vivir una auténtica catarsis liberadora, un viento fresco que le dejará buen sabor de boca al finalizar.
Es decir, ya he comentado que no hay más que leer las noticias o ver un rato la televisión para lamentarse por cómo está el mundo. Pues bien, la novela no evita hablar de estos temas, al revés, el protagonista vive su drama personal en casi todos los ámbitos en los que la realidad nos deprime (paro, familia, pareja, sociedad…) pero supera su situación personal de una manera divertida, positiva y sobre todo muy personal. Eso es lo que nos hace identificarnos con Paúl, intentar ayudarle desde nuestra lectura, y disfrutar con los resultados de su lastimosa vida que se va complicando cada vez más y que parece no tener salida. No puedo contar más.
Es una novela positiva, divertida, para todos los públicos y fácil de leer. Es más, las nuevas generaciones que ni siquiera saben qué fue “lo del Windsor” la disfrutan igualmente, y después seguramente correrán a buscar en Internet las imágenes.

¿Cómo surgió la idea?
Yo escribo historias de todo tipo, poesía, cuentos, relatos, novelas, y el incendio del Windsor me llevó hacia la idea de una novela contemporánea, y que además se debía desarrollar en tiempo real, durante los días anteriores y hasta el incendio, en los escenarios reales en los que sucedieron los hechos, en los alrededores de la torre. 
Por otro lado el Windsor era un icono financiero, y por ello su protagonista debía tener alguna relación con ese mundo. Debía ser  un abogado, una persona que se dedicara profesionalmente a la bolsa, algo así.
Además la idea de la gran ciudad debía estar presente; cemento, ladrillo, los coches, las calles, la gente con prisa, la comida rápida, la sensación de la noche.
Pero quise combinar esa mezcla de elementos en clave de comedia, pretendiendo divertir, huyendo mediante la lectura de las tensiones de cada día. Por eso es una novela irónica, con la que pretendo al menos distraer a quien la lea, y con suerte hacer reír.

¿Qué hay de realidad y de ficción en tu obra?
Ese es otro juego más con el lector. “Yo quemé el edificio Windsor” es una confesión. Los delitos han prescrito y ya puede contarse la historia. ¿Es cierto? Quizás.
Lo que sí que puede afirmarse es que la novela tiene un hilo argumental real, ya que sucede en el mismo día concreto (12 de febrero de 2005), a la hora señalada como comienzo del incendio y en la planta en la que se sospecha que se produjo. A partir de ahí se novela la personalidad del protagonista, sus pasos los días anteriores de Paúl en Madrid y cómo el destino le arrastra sin remedio hacia ese final ya conocido. 
¿Fantasía o realidad? Hay que leerla y sacar la conclusión propia.

¿Sigues escribiendo?
Es algo que he hecho toda la vida, y no puedo dejar de hacerlo, para mí es una necesidad. 
Escribo sobre todo mientras voy hacia el trabajo en el metro. Saco mi tablet, escojo el capítulo pendiente, y me concentro tanto que no sé ni dónde estoy. Como es normal más de una vez me paso de estación, es normal.
Acumulo desde siempre poesías y novelas que de vez en cuando repaso, perfecciono y reescribo hasta que de pronto las veo maduras. En ese momento me planteo su envío a una editorial, pero publicar es tan difícil que no me prodigo en los intentos. En general las dejo que duerman.
Mis escritos abarcan prácticamente todos los géneros, y entre mis novelas hay temas históricos, ciencia-ficción, algún drama, motivos actuales, un poco de todo.
Mi objetivo principal es la diversión, al tiempo que hacer pensar, e incluso enseñar algo, todo ello sin que el lector sea consciente. Además creo que los libros pueden ser un medio para que las nuevas generaciones usen más la cabeza, ya que están demasiado perdidas entre los móviles e Internet.

Si te pregunto por tu libro favorito… ¿Qué título es el primero que se viene a tu cabeza?
Cuando era adolescente me dediqué un verano, entre la playa, los amigos y el ocio, a leer todos los libros que mis padres tenían en la librería, mirando únicamente el título y escondiendo el autor. Es decir, al elegirlo no sabía quién lo había escrito, si era hombre o mujer, famoso u opera prima. Ni siquiera leía las sinopsis. Miraba el título y comenzaba el libro.
Fue una aventura muy divertida, y entre todos ello me maravilló uno: “Crimen y castigo”.
Es mi libro favorito. Me atrapó la descripción de las intensidades del personaje, tan íntimas. Su vida, sus preocupaciones, sus razonamientos y sus acciones desesperadas. El final lo vi como inevitable. He pensado en releerlo ahora, de adulto, pero tengo un cierto temor a que el resultado no sea el mismo.

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