Ediciones Atlantis presenta 'El final... ¿o tan solo el comienzo?' de la joven escritora Silvia Quiroga, una novela distópica que te hará plantear si acaso la realidad que damos por sentada no es la auténtica verdad.
1.- ¿Quién es Silvia Quiroga?
Silvia Quiroga es una chica de veinte años, risueña, extrovertida, aventurera, con ganas de vivir la vida. Trabaja de su vocación como educadora infantil en la escuela infantil Dalila y que se ha animado a cumplir uno de sus mayores sueños, ser escritora.
2.- ¿Qué les espera a los lectores en tu novela ‘El final… ¿o tan solo el comienzo?’
Les espera una novela de ciencia ficción, llena de intriga, adrenalina, pasión, impotencia... tendrán muchos sentimientos encontrados en cada capítulo que lean.
Vivirán la vida bajo los ojos de una adolescente llamada Lucy Johnson con el fin de descubrir la verdad que se les ha estado ocultando durante ocho años.
3.- ¿Por qué crees que interesan tanto las novelas distópicas?
Creo que interesan tanto ya que te llevan a un mundo irreal donde la acción y la adrenalina invaden tu cuerpo. El instinto de supervivencia sale a flor de piel.
4.- Creemos ver una gran influencia cinematográfica en el libro. ¿Estás de acuerdo?
Desde luego. Las películas y las series han tenido gran importancia en mi vida desde bien pequeña, eso se lo debo a mis padres que son unos buenos cinéfilos, al igual que unos amantes de los libros. También adquirí la pasión de la literatura gracias a ellos.
5.- La novela promete una segunda parte… ¿ya la estás trabajando?
La novela tendrá una segunda parte, pero sinceramente... De momento no la he empezado. Tengo otras tres novelas que estoy a punto de terminar. Y Cuando las termine, empezaré con la segunda parte, sin duda alguna.
6- ¿Por qué crees que la novela puede enganchar tanto?
La novela es tan detallista, tan específica... Que hace que si o sí, mientras vas leyendo, vayas imaginado cada uno de los escenarios. Como si fuese una película reproduciéndose en tu cabeza.
De hecho, a mí es lo que me pasaba. Mientras iba escribiendo, las escenas se iban reproduciendo en mi imaginación. Y si escribía algo que no me pudiese imaginar, entonces no era lo suficiente bueno y había que cambiarlo.
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