El
helicóptero, producto de la ingeniería aeronáutica civil y militar más puntera,
tomó tierra suavemente en el helipuerto del rascacielos. Motor tan silencioso,
cuyo sonido prácticamente ahogaba el propio batir del aire de sus rotores, combinado
con el avanzado diseño geométrico de su estructura y la especial pintura mimética
de su fuselaje convertía al aparato en indetectable al radar y prácticamente,
en condiciones climatológicas y lumínicas favorables, en invisible.
Un
personaje vestido de negro y encapuchado, de alta y esbelta silueta y andares
peculiares, tras apearse de la nave se dejó conducir por un par de hombres pertenecientes
al equipo de seguridad. Abandonaron la azotea para tomar un ascensor que
vertiginosamente les condujo treinta pisos más abajo, hasta cierta planta
especial del edificio en cuyo centro, una cámara acorazada y totalmente aislada
del exterior, revestida de cobre por fuera y forrada de cerámica y madera por
dentro, hacía de cámara Faraday.
Antes
de ingresar en ella, el recién llegado tuvo que atravesar un pasillo donde
diversos sensores y escáneres demostraron que estaba absolutamente “limpio”. No
hubo de entregar teléfono móvil alguno puesto que para nada lo usaba. Tampoco ningún otro objeto personal.
Una
quincena de hombres y solo un par de mujeres ataviados todos con trajes
elegantes y la mayoría de avanzada edad, como poco octogenarios, con la
excepción de tres de ellos más “jóvenes”, digamos únicamente maduros, le
aguardaban, habiéndole reservado amablemente la presidencia de la alargada mesa
de reuniones. El recién llegado les saludó con la mano abierta sin mencionar
palabra alguna y tomó asiento. Ni
siquiera ahora el invitado de honor se quitó el antifaz, pero sí hizo ademán de
arrellanarse en su cómoda butaca y disponerse a prestar atención a la conferencia
para la que había sido convocado, poniendo los codos sobre la mesa y uniendo
los dedos extremadamente largos de sus manos por las puntas. Estas estaban bien
enguantadas, tan ocultas como el resto de su piel.
Uno
de los más viejos tomó la palabra y, tras agradecer a los asistentes su
presencia, indicó al que parecía más joven, aun así de unos cincuenta bien
cumplidos, que diese comienzo su presentación.
A
—Nos quedan once años para el 2030, como sabemos los aquí presentes, fecha
límite de probable no retorno señalada por la simulación de nuestro modelo
estocástico, basada en big data y calculada por nuestros ordenadores más
potentes. Es la fecha que decidimos fijar como línea roja sobre todo a partir
de la detección de nuevos eventos como la frenada de algunos flujos oceánicos y
el deshielo de permafrost...
"Más
allá de ese año es muy posible que el calentamiento no tenga vuelta atrás;
polos y glaciares entrarán en pérdida definitiva… y ya conocemos lo que esto
supondrá, el colapso climático estará servido: un empeoramiento terrible de las
condiciones ambientales. Ni la más remota de nuestras paradisiacas islas, de
nuestros paraísos terrenales, se librará de este desastre.
“Es
cierto que muchos científicos disienten sobre estos estudios, no ven del todo
clara la relación inequívoca entre la contaminación atmosférica y el cambio
climático, pero los aquí reunidos decidimos en su día que no nos vamos a quedar
quietos, de brazos cruzados, hasta comprobar quién tiene razón esperando a que llegue
el momento en que ya nada se pueda hacer. Incluso es probable que la aparición
de nuevos eventos hagan que el límite definido por el modelo se aproxime más en
el tiempo… y entonces, las medidas a tomar tendrían que ser mucho más
drásticas.
“Por
otro lado, nuestros contactos exteriores —el conferenciante levanto ligeramente
los ojos hacia quien tenía precisamente en frente—, que llevan tiempo poniéndonos
sobre aviso, nos urgen a resolverlo por nosotros mismos cuanto antes. No están
dispuestos a seguir limpiándonos la “jaula” —hizo ademán con los dedos de
circunscribir la última palabra entre comillas— y nos impelen a que nos hagamos
responsables de una vez por todas, y de inmediato tomemos las medidas oportunas
a fin de salvar la biodiversidad de este planeta, empezando como es lógico por
lo más elevado de su evolución, la raza humana, pero sin dejar atrás al resto
de formas de vida por insignificantes que nos parezcan.
“Este
comité, en su anterior reunión del mes de febrero, tomó por unanimidad la
decisión irrevocable de “parar el mundo” —volvió a hacer el símbolo de las
comillas— sin más dilaciones, a principios del año 2020, como única forma de
salvar la situación, y encargó a mis compañeros y a mí —hizo ademán de señalar
con un breve giro de su cabeza a los colegas sentados a su lado, también
ostensiblemente de menor edad que el resto de presentes— que estudiásemos la
mejor forma de llevarlo a cabo, de la manera menos traumática posible para la
población mundial.
“Pues
bien, durante estos meses nos hemos puesto las pilas y hoy traemos a este foro
la solución que más garantías nos ofrece de conseguir nuestro propósito,
ciertamente muy dolorosa, pero estamos convencidos que infinitamente mejor que
otras que hemos barajado.
“Organizar
una “falsa” —volvió a remarcar sus palabras con el símbolo de comillas adoptado
por sus manos— pandemia a escala planetaria que nos permita detener la mayor
parte de las actividades no imprescindibles, entre ellas y por encima de todas,
el turismo, dada la enorme cantidad de gases de efecto invernadero que provoca.
Z
—No tan falsa, la epidemia, nos quiere decir con su gesto, ¿no?
A
—Efectivamente, hemos comprendido, después de estudiar todos los modelos viables, que necesitamos una base de credibilidad; después,
con la imprescindible colaboración de los medios de comunicación que entre
todos ustedes controlan, explotaríamos al máximo los daños que inevitablemente
se van a producir, siempre infinitamente menores que los significaría el fin de
la civilización causado por un cambio climático radical, a fin de crear un
estado de pavor colectivo, intenso pero no desbordante y en todo momento bajo
control, que nos permita aplicar las medidas necesarias que implementen un
nuevo modelo económico y social en el menor plazo posible que, previsiblemente,
así lo conjeturamos, no durará menos de dos años.
“Por
otro lado, nuestros servicios de inteligencia nos han advertido que el
terrorismo internacional, se pueden imaginar de qué signo, está planificando ya
un ataque a gran escala precisamente con este tipo de armas, me refiero a las
bacteriológicas, tan baratas y eficaces, contra el mundo occidental… y bueno, contra
todo el planeta en general. Disponen ya de ellas y están convencidos de que su
uso masivo les va a permitir levantar cabeza. No van descaminados si inician
este ataque sin que estemos preparados. El poner al mundo entero en pie de
guerra luchando contra una pandemia blanda, nos va a permitir estar prevenidos
ante una realmente dura, aparte de alcanzar nuestra meta de detener a corto
plazo el calentamiento global.
El
orador dio por terminada su alocución y se produjo un breve silencio durante el
cual unos y otros concurrentes cruzaron miradas mientras se arrellanaban en sus
butacones cambiando de postura. Hubo suspiros y gestos de preocupación pues
todos eran conscientes de la gravedad de la decisión que iban a tomar.
No
hizo falta que nadie le diera la palabra, B supo que había llegado su momento
de intervenir. Todos le aguardaban y simplemente una mirada de A le bastó para
arrancarse. Le tocaba a él explicar cómo se iba a llevar a cabo el plan, los
pormenores del producto elegido para atentar contra la inocente población
mundial, un trago muy amargo que le había tocado estudiar y escoger
personalmente.
B
–Damas y caballeros. En un intento de causar el menor daño posible a la
población, pero sí el indispensable para llevar a cabo el plan, hemos escogido
un producto recientemente incorporado al menú de armas bacteriológicas
disponibles en nuestros arsenales, ahora mismo en proceso de producción en los
laboratorios de Janbú, contando por supuesto con la colaboración de nuestro
socio al frente del gran gigante atisaico, señor X –el aludido, de evidentes
rasgos orientales, inclinó la cabeza en un gesto de aprobación.
“Tengamos
muy en cuenta que, entre las opciones del mencionado arsenal, existen agentes
que podrían aniquilar a la mitad de la humanidad en dos semanas. No es ninguna
broma ni exageración, pero nadie de los aquí presentes deseamos esa hecatombe,
ni los “de fuera” nos permitirían llevarla a cabo. Todo lo contrario, el nuevo
virus sintetizado a la sazón es poco mortífero, su índice de mortalidad entre
las personas que desarrollen la enfermedad no llega al 2 %, lo que le sitúa por
debajo de la gripe común, no afecta a la infancia y muy poco a la adolescencia
y juventud, incluso entre la gente madura es fácilmente superable de no mediar
alguna complicación, sus víctimas esencialmente serán ancianos, de un promedio
superior a los ochenta años, y además dentro de este sector, aquellos más
afectados por polipatologías, empezando por la demencia senil. Lo cual también
debe contemplarse como la posibilidad de librar de semejante lastre a nuestro
modelo económico, y pido perdón a todos ustedes si alguno se sienten ofendido
por alusión, en absoluto está en mi ánimo comparar a esos viejos desahuciados
de las clases populares con la excelsa y longeva senectud de sus eminencias.
Pero sí, también habrá daños colaterales, gente joven que por avatares adversos
propios de su problemática particular morirán, pero el porcentaje será ínfimo.
Y
—No me tranquiliza mucho el arma propuesta —le interrumpió uno de los de
aspecto más anciano, que ya cargaba con más de un siglo a sus espaldas, aunque
su voz sonara aun poderosa—. Realmente, casi todos nosotros estamos en esa zona
de riesgo, aunque según usted no seamos moralmente comparables; por supuesto
quisiera suponer que contamos ya con un antídoto o una vacuna para ese virus
específico.
B
—Pues no, pero ahí viene lo bueno… ni falta que hace.
El
orador garrapateó unas palabras en una hoja de su block, arrancó esta y se la
pasó a su compañero de la derecha, uno de los ancianos, que se quedó
sorprendido al leerlo.
W
—¿Solo con esto?... ¿en serio?
La
anciana dama sentada a su derecha le arrancó el papel de las manos y después de
leerlo y sonreírse se lo traslado a otro compañero. Así la nota circuló de mano
en mano dando la vuelta a la mesa en un momento sin que nadie llegase a leerla
en alta voz, aunque se produjeron algunos comentarios de sorpresa y hasta
jocosidad.
V
—No me puedo creer que sea tan sencillo librarse del bicho, ¿en serio?
U
—Pero si esto es de dominio público el plan será un rotundo fracaso…
B
—Por supuesto, esto no puede salir de esta sala, es únicamente para que ustedes
y sus seres más queridos, estos necesariamente en todo momento ajenos al
secreto, estén fuera de total peligro y puedan hacer una vida normal a
sabiendas de que no se van a contagiar, aunque indudablemente deberán disimular
en presencia de otros y cumplir con las normas de prevención que se decreten.
T—¿Y
si alguien descubre el pastel y lo difunde? Es hasta fácil que semejante
tontería sea sugerida por algún naturista, aunque sea por casualidad.
B
—Pero ya hemos quedado en que la función de los medios de comunicación, sus
medios de comunicación, será clave en todo el proceso. Cualquiera que
recomiende esto o algo parecido será ridiculizado y además severamente
amonestado y sancionado si es un profesional sanitario o de cualquier otro
sector al servicio de no importa que Estado.
S
—Pero la sociedad reclamará de ipso facto vacunas —tomó la palabra la otra dama
presente—. Las farmacéuticas, los laboratorios independientes o no,
inmediatamente se pondrán a trabajar en ellas, será un proceso automático.
B
—¡Que lo hagan! Ninguna va a estar lista antes de dos años, que es el tiempo
mínimo que necesitamos, entre otras cosas, porque es lo que marcan los
protocolos de la MSO. Si alguien pretende sacarla antes, por supuesto, de nuevo
lanzaremos toda nuestra propaganda contra ella y haremos inviable su
distribución. Además… de poco van a servir, no he terminado de hablarles de la
maravilla que acaban de sintetizar nuestros científicos.
“Este
germen, para empezar, muta de una forma bárbara, superior a su principal
competidor, el virus de la gripe como dijimos; la vacuna que se sintetice
contra él, al año siguiente no servirá para nada y la producción en masa y
aplicación llevará, créanme, más tiempo del que tarda en cambiar.
“¿Qué
más virtudes tiene este agente sobre otros?… pues una de las principales es que
es muy contagioso, tiene un índice tres, dato un tanto relativo, pero que sirve para hacernos una idea:
un portador por término medio contagiará a otros tres individuos. Y he dicho
portador y no enfermo porque, aunque es precisamente el individuo infectado y
doliente el que más contagia, el simple portador del virus también lo puede
transmitir.
“Y
ese es uno de sus primordiales atributos que le hacen tan eficaz. La enfermedad
tarda una semana o incluso dos en aflorar y, mientras, estarán los contagiados
transmitiéndola a otros. También la gente infectada que no llegue a desarrollar
la enfermedad, los asintomáticos, que entre los jóvenes y maduros serán la
inmensa mayoría, se encargarán de expandir el patógeno sin saber que lo portan.
X
—Pero… sabiendo la gente joven que apenas les afecta, ¿quién nos garantiza que
se va a generar el necesario pavor?
B
—Vuelvo a insistir en el papel de los medios de comunicación de masas, que
presionarán a sus usuarios de forma constante las veinticuatro horas de cada
día. Y también claro, el sigiloso papel que los gobiernos y las empresas de
Internet deben llevar a cabo en las redes sociales, censurando sutilmente,
desmintiendo o intoxicando de forma liviana de tal manera que, el machaque
constante que van a efectuar aquellos, no pueda ser contrarrestado por la
libertad de opinión, libertad que, en principio, no es deseable censurar
abiertamente, puesto que la Web es una herramienta fundamental que no debemos
poner en tela de juicio ante la sociedad mundial provocando que esta se pueda
retraer y sustraerse al ojo del “Gran Hermano” —aquí B soltó una risita que
muchos no compartieron—. El quemar los medios de comunicación tradicionales que
por otra parte ya están en bancarrota, será sin embargo para nosotros muy
provechoso en un futuro. Para nosotros y para todos.
“Hay
que sembrar miedo señores, es la mejor forma de manipular, de doblegar
resistencias… nos jugamos la supervivencia de la especie, la del planeta
entero. El trauma psicológico que resulte lo sanaremos luego, no es complicado…
Paso la palabra a C para que termine de contarnos el resto del plan y asuman
ustedes que no es tan perverso como parece”.
El
tercer individuo maduro de la sala, también sentado en el extremo de los
“planificadores”, comenzó su disertación.
C
—Damas y Caballeros, recibí de ustedes el encargo de comprobar si durante la
ejecución del proyecto de “parar el mundo” se podrían implementar todas
aquellas medidas que en realidad ya han sido estudiadas, dictaminadas y articuladas
en las diversas agendas mundiales para su ejecución por parte de los distintos
estados nacionales y organizaciones, a fin de propiciar un cambio paradigmático
de carácter globalista, a nivel social y empresarial, en pro de un mayor
control del ser humano en todos los órdenes. Un cambio que es por su bien y
para su bien, entiéndase bienestar físico y, si cabe, también mental, en un
planeta sustentado por una economía global sostenible y tendente a una
concentración del poder político junto a una geografía unificada, libre de
fronteras, donde la tecnología, la inteligencia artificial y la robótica
convertirán en innecesaria la mano de obra humana y aún su propio pensamiento,
el de las masas quiero decir.
“Esto
en última instancia, pensamos, librará a la Humanidad de todos sus dolorosos
lastres y, a largo plazo, hará a sus miembros más felices.
“El
plan precisamente estaba diseñado para acometerse durante un proceso de crisis,
que podía haber sido de otro tipo, una guerra generalizada de carácter mundial,
una catástrofe natural de elevada magnitud, o una pandemia auténtica… Mas hemos
preferido no dejar en manos del destino la posibilidad de que una hecatombe
incontrolada haga imposible los cambios necesarios y por eso esta “plandemia
blandita” —algunos sonrieron la ocurrencia— que debemos provocar sin más
demora.
“En
cuanto a la vertiente económica, efectivamente ese parón, de más o menos dos
años, provocará una crisis económica sin precedentes… a nivel del pueblo llano,
es evidente, pero no creo que debamos preocuparnos en demasía, se les pide
únicamente un pequeño sacrificio, que se aprieten un poco el cinturón… o un
mucho, ¡qué se le va a hacer! Cuando acabemos de consolidar los cambios, los
niveles de bienestar de la población se situarán en breve en el mismo lugar en
el que estaban, si no en uno superior.
“A
parte, a las élites mundiales muy poco les va a afectar, si no rentan las
compañías aéreas y hoteleras ya lo harán las farmacéuticas y tecnológicas… Y
los aquí presentes en absoluto lo vamos a notar.
“Ciertamente,
el dinero como la energía —a fin de cuentas eso es lo que es—, ni se crea ni se
destruye, sólo se transforma, cambia de estado, en este caso de manos… —otra
sonrisilla inoportuna se le escapó a uno de los presentes—, pero muy pronto
estará de nuevo en circulación y cumpliendo su función.
“Además,
el dinero físico tiene sus días contados, en poco no le va a hacer falta a
nadie. Puesto que todo son apuntes contables y anotaciones de intercambio,
nuestro plan también incluye eliminar las formas arcaicas de cobro y pago. Lo
estábamos ya practicando por comodidad… ahora lo implementaremos por necesidad
y miedo…
“Está
muy claro que a los miembros de este foro no nos interesa hacernos más ricos,
ya lo tenemos todo… los aquí presentes controlamos de una forma u otra más del
noventa y nueve por ciento de la riqueza del mundo. Ahora toca salvar el planeta,
nuestra casa, y para ello utilizaremos todo nuestro poder”.
C
terminó de hablar y todos miraron hacia el extremo de la mesa. El enigmático
personaje, oculto bajo su máscara, se limitó a bajar la cabeza y ello fue
interpretado como señal de conformidad.
Y
el hombre sentado a su lado, el más anciano de todos los presentes, que no
representaba más allá de los setenta pero que ya hacía mucho tiempo había dejado
atrás el siglo, un tal R, con recia voz sentenció el plan propuesto.
R
—¡Hágase!
Emilio,
Mercedes, Dani, Antonio
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