"Para una persona que visita anualmente la feria del libro de Madrid entre los agobios y el calor a la caza de libros y firmas, estar de repente en el otro lado del mostrador, firmando libros y en contacto con los lectores ha sido algo realmente maravilloso, difícil de resumir en un par de párrafos. Algo que nunca habría imaginado cuando recibí aquella llamada de Atlantis interesándose por mi libro "De esperanza y soledades". Para mí ha sido la culminación de un sueño que muchos compartimos pero pocos tenemos la oportunidad de materializar.
El lunes, por tanto, decidí llegar con mucha antelación al Retiro, intentando apoderarme de los sonidos, del rumor de la gente y de la voz clásica de la megafonía que más tarde diría mi nombre y mi apellido, de los olores del parque y del ajetreo de libreros y lectores.
Cuando llegué a la caseta 206 aun estaban los compañeros que firmaban antes y me entretuve escuchando a un cuarteto de cuerda que afortunadamente teníamos delante de la caseta, algo que aun hizo más agradable la tarde. El cielo estaba encapotado, pero no iba a llover y una agradable brisa barría la explanada.
Cuando por fin accedí a la caseta, fue como para un niño meterse de pronto dentro de la televisión: el espacio reducido, las estanterías atestadas, la banqueta alta para sentarme, mis libros distribuidos frente a mi en ocho torres hasta los 40 ejemplares.
El lunes, por tanto, decidí llegar con mucha antelación al Retiro, intentando apoderarme de los sonidos, del rumor de la gente y de la voz clásica de la megafonía que más tarde diría mi nombre y mi apellido, de los olores del parque y del ajetreo de libreros y lectores.
Cuando llegué a la caseta 206 aun estaban los compañeros que firmaban antes y me entretuve escuchando a un cuarteto de cuerda que afortunadamente teníamos delante de la caseta, algo que aun hizo más agradable la tarde. El cielo estaba encapotado, pero no iba a llover y una agradable brisa barría la explanada.
Cuando por fin accedí a la caseta, fue como para un niño meterse de pronto dentro de la televisión: el espacio reducido, las estanterías atestadas, la banqueta alta para sentarme, mis libros distribuidos frente a mi en ocho torres hasta los 40 ejemplares.
No me dio
tiempo a más. Afortunadamente, los primeros amigos y familiares empezaron
a acercarse para que firmara libros, pero también desconocidos atraídos por la
sinopsis o por el efecto multiplicador de los corrillos. En la hora y media no
paré de firmar, de hacerme fotos, de recomendar a quien se quedaba mirando que
se llevara un ejemplar, de desear a los compradores que les gustara y que, si
era así, lo difundieran. El tiempo se me escurrió de las manos sin darme
cuenta de que estaba anocheciendo en Madrid y de que me había quedado sin
ejemplares que firmar.
Como lector,
como escritor y como amante de la literatura, ha sido sin duda una de las
experiencias más desbordantes y enriquecedoras que he vivido, acompañado de un
montón de amigos que no merezco y de lectores que me miraban de soslayo y
con curiosidad, como antes yo a mis escritores admirados.
Muchas gracias nuevamente a la
Editorial Atlantis por darme la oportunidad de empujar el sueño y, por
supuesto, a todos los que se acercaron a la caseta 206 para adquirir un
ejemplar de mi libro o sólo para mostrar su apoyo. Eso es lo más
importante".
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