Juan Vicente Sampedro: "Creo que la novela negra sitúa al lector en una esfera totalmente imaginaria y absolutamente alejada de su realidad cotidiana, lo que sirve indudablemente de esparcimiento.".

1.- ¿Quién es Juan Vicente Sampedro?

Juan Vicente es un hombre de 67 años, jubilado desde hace 4. Tengo desde mi retiro la enorme fortuna de poder dedicar gran parte de mi tiempo a mis dos grandes pasiones: la lectura y los viajes en moto.

Disponer de más tiempo para mí también me ha permitido desarrollar una tercera pasión: la escritura. Vengo escribiendo desde hace unos veinte años, pero siempre había escrito crónica de actualidad y política. Hace solamente un año y medio que comencé mi actividad en el relato de ficción, a raíz de ganar el Premio Zyryab de narrativa en noviembre de 2019.

Estoy casado, tengo tres maravillosos e inteligentes hijos y una perrita, Kenia, que me acompaña en mis largos paseos, una ayuda importante para mi inspiración.

Nací en Valencia pero mi familia se trasladó, siendo yo un bebé, a Lleida. Me considero, por tanto, leridano.

2.- Háblanos de tu novela ‘El asesino del santoral’?

El Asesino del Santoral es un relato perfectamente encuadrable en el género de novela negra, por tanto, incluirá lo que se espera de ese género. Comencé a escribirla hace ahora más o menos un año y terminé el relato, el relato principal, en unos tres meses. Las correcciones, modificaciones, añadidos y quitados continuarían todavía a día de hoy si no estuviese ya en imprenta. 

Se trata de un relato en el que se entrecruzan sentimientos y vivencias en algunos casos íntimos, sobre todo de los personajes principales: Manoli G.Mesa, la protagonista, los policías que comparten con ella el trabajo de la investigación, y por otro lado, también otros personajes, unos importantes, otros secundarios, todos ellos esenciales en la trama; he tratado de describirlos, a todos ellos, de manera que el lector pueda imaginarlos incluso físicamente.

El relato se inicia con el hallazgo del cadáver de un adolescente en un riachuelo que discurre por una barriada de la ciudad de Elche. Tiene los labios y uñas pintados, una peluca de mujer de cabello largo, rubio y ondulado y viste unos calzoncillos tipo slip blancos de una talla exageradamente grande.
La investigación policial que seguirá al hallazgo constatará que el chico había escapado de un centro de acogida de menores inmigrantes de Madrid, en el que sufrió palizas y vejaciones. Pronto los policías descubrirán que la postura e imagen del chico imitan una pintura de un San Sebastián que se halla en un museo de Cherburgo.

El hallazgo de un segundo cadáver con características parecidas al primero, imitando también el martirio de un santo católico, abrirá nuevas perspectivas en la investigación, que se prolongará durante meses.

3.- ¿Por qué crees que la novela negra tiene una aceptación tan grande?

Quizá sea debido en parte a la gran diversidad de series policíacas que todos contemplamos habitualmente en la televisión desde hace cincuenta años; en parte también creo que la novela negra sitúa al lector en una esfera totalmente imaginaria y absolutamente alejada de su realidad cotidiana, lo que sirve indudablemente de esparcimiento.

En otra época predominaron los relatos románticos, pero desde mediados del siglo pasado la novela negra ha tenido siempre su cuota de lectores y, obviamente, de pantalla. Hay detectives de ficción tan famosos como los más famosos cantantes: El Comisario Maigret, Phillip Marlowe, Dave Gurney, Falcón, etc.

4.- Has vivido algunos años en África. ¿Cómo crees que ha influido esta experiencia en tus obras?

Fue una experiencia de cuatro años y medio muy enriquecedora. El choque cultural es brutal, a pesar de que El Senegal es un país absolutamente democrático y muy  tolerante con los extranjeros, pero por muy hospitalario y acogedor que sea el pueblo senegalés, su “teranga” no evita el choque cultural que para un occidental europeo supone.

Se aprende mucho cuando uno debe someterse y respetar las reglas y leyes de su país de acogida, aunque a menudo pueda resultar algo difícil. En Africa las cosas van a otra velocidad; uno debe aprender a adaptarse a ello. Tras cuatro años se amansa el carácter de un occidental acostumbrado a las prisas. Uno regresa más tolerante, paciente y sonriente que cuando se fue.

Tengo pensado escribir, cuando termine la novela que tengo ya empezada, un relato ambientado en Senegal.

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