José María Rodríguez Pachón: "Un libro de divulgación no es un tratado que busca, principalmente, aumentar los conocimientos del lector; es una obra que tiene como primer objetivo hacer disfrutar a un profano en la materia."

Ediciones Atlantis presenta 'Homo Scissum. ¿En qué puede creer un científico?' del autor José María Rodríguez Pachón, una invitación a no enrocarse en las posturas extremas del ateísmo científico y la religiosidad que desconfía de la ciencia

1. ¿Quién es José María Rodríguez Pachón? 

Nací en Sevilla en 1972, a las tres semanas me mudé con toda la familia a un pueblo del centro de La Mancha (concretamente Tomelloso, en Ciudad Real) y a los 18 años volví a mudarme, esta vez a Madrid, para estudiar en la universidad. Y aquí sigo. Como inevitable hombre dividido, me llaman la atención casi por igual las disciplinas científicas y las artísticas, la física y la música, la biología y la literatura, las matemáticas y el cine. Pero, como mi cerebro no da para todo, elegí centrarme en la ciencia (y no me he arrepentido). Estudié la carrera de Farmacia, me doctoré en Microbiología y, después de algunas vueltas, hoy me dedico a evaluar y autorizar medicamentos y a impartir clases en la universidad. Me gusta leer literatura española y divulgación científica, la música clásica, el cine y las iglesias románicas. Y escribir, cuando tengo tiempo. 

2. ¿Qué va a encontrarse el lector en “Homo scissum. ¿En qué puede creer un científico? 

El hombre dividido del título soy yo. Pero también tantos otros que, como yo, apuestan por la ciencia como la forma más rigurosa de acceder a la realidad pero, al mismo tiempo, sospechan que la ciencia no es suficiente y que debe haber un sustrato espiritual fundamentando todo. Y, además, y esto es lo más característico de los Homo scissum, nos cuesta encajar estas dos visiones en un todo homogéneo. Este libro surge como la necesidad de ordenar mi debate interior. El lector va a encontrar un libro de divulgación científica (porque, antes de debatir, es necesario conocer lo que sabe la ciencia de hoy acerca de la naturaleza), de discusión filosófica (porque, cuando la ciencia no de para más, intentaremos seguir avanzando), el debate propiamente dicho entre un científico ateo y otro teísta (que soy yo en ambos casos) y, como “recreo” que ayude a aligerar tanta intensidad, algunas anécdotas autobiográficas relacionadas con el tema de cada capítulo.

3. En general puede decirse que este libro habla del enfrentamiento entre la ciencia como método de conocimiento y la fe. ¿Hasta qué punto nos ha influido esta dialéctica a la civilización occidental y cómo nos ha afectado principalmente? 

Para responder a esta pregunta habría que escribir un libro (o leer alguno de los ya escritos), pero haré lo que pueda. La ciencia y la religión organizada no han estado siempre enfrentadas, ni mucho menos. Los sentimientos de admiración y misterio ante la naturaleza, que muchas personas interpretan de forma espiritual, son también el motor de la investigación científica. Por ello, en ocasiones, las religiones organizadas han fomentado la investigación: era una forma de penetrar en la obra del Creador. Los problemas surgían cuando las observaciones científicas no respaldaban las verdades consideradas como indiscutibles por la religión organizada. ¿Quién tenía razón? La ciencia nunca tiene verdades indiscutibles, siempre están sujetas a discusión o amenazadas por un nuevo experimento que las eche por tierra. Pero, gracias a ese rigor, cada pequeño paso que da es bastante firme. En el otro lado están las verdades “indiscutibles” de la religión organizada. ¿De dónde les viene la “indiscutibilidad”? ¿Son revelaciones divinas directas? ¿Enseñanzas de algún mensajero divino? ¿Escritos posteriores de los discípulos? ¿Conclusiones teológicas? ¿Mandamientos instaurados por la propia religión organizada?¿Adaptaciones a la sociedad y cultura de cada época?  Pienso que las religiones, surgidas inicialmente de unos hechos y enseñanzas concretos, con el paso del tiempo van sufriendo adherencias filosóficas, teológicas y sociales que aumentan el número de verdades “indiscutibles”. Si, además, la religión en cuestión goza de poder, acabará por extender sus verdades indiscutibles a campos ajenos, como el de la investigación de la naturaleza (recordemos el paradigmático caso Galileo). Creo que en las religiones organizadas hay un núcleo esencial, que no se puede tocar sin alterar su esencia, y muchas creencias humanas, demasiado humanas, que la evolución histórica (y dentro de ella los avances científicos) ha ido poco a poco puliendo, devolviendo lentamente a la religión a sus límites connaturales. Nuestra sociedad occidental es heredera de esta larga historia de enfrentamientos y, casi sin darnos cuenta, situamos a la investigación científica en un extremo y a la religión en el otro, como adversarios, cuando no tiene por qué ser necesariamente así (y, en el pasado, numerosos científicos mostraron con sus vidas la compatibilidad entre su ciencia y su fe). Quizá uno de los retos de la modernidad occidental esté en conseguir que los extremos se acerquen: que las religiones organizadas se liberen cada vez más de lo no esencial y que los ateos científicos admitan la posibilidad de que, después de todo, también se puede ser espiritual sin ser irracional.

4. ¿Qué características principales crees que debe tener un buen libro de carácter divulgativo?

Teniendo en cuenta que este es mi primer libro divulgativo (a decir verdad, mi primer libro como único autor), resulta evidente que no puedo sentar cátedra sobre este asunto. Pero, al menos, os confesaré lo que me ha atraído en otros libros de divulgación y lo que he intentado aplicar en este. En primer lugar, es necesario comprender algo, a primera vista, obvio: un libro de divulgación no es un tratado que busca, principalmente, aumentar los conocimientos del lector; es una obra que tiene como primer objetivo hacer disfrutar a un profano en la materia. Tener esto claro es lo que orientará todas las decisiones narrativas del autor. En segundo lugar, otra obviedad: nunca hay que abandonar la perspectiva del posible lector, que sin duda no anda falto de inteligencia pero al que no se le puede exigir ser catedrático para descifrar el libro. Y, por último, el autor ha de intentar transmitir en el texto esa pasión que siente por el tema; si el lector la percibe, se le contagiará.

5. ¿Tienes nuevos proyectos en mente? 

Algo hay, sí, aunque todavía no se merecen el nombre de proyectos. Como el ineludible hombre dividido que soy, me pasan por la cabeza al mismo tiempo ideas puramente literarias y otras divulgativas. Entre las primeras, ando a la caza de una trama que me sirva de excusa para narrar recuerdos de mi infancia y adolescencia en Tomelloso. Por otra parte, como me atrae mucho la ciencia ficción “dura”, la más científica y filosófica, no descarto intentar escribir una novela o una colección de cuentos sobre el choque psicológico y cultural que causaría el encuentro con seres extraterrestres inteligentes. Finalmente, del lado divulgativo, el hastío que me causa la situación política española me hace considerar seriamente la elaboración de un curso acelerado de democracia “mínima”, moderación en las formas y buenos modales. Veremos si soy capaz.


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