1.- ¿Qué fue lo primero que surgió en tu mente: el jardín, Gael, Ariadna… o la idea de que el deseo también puede ser una forma de peligro?
Lo primero que brotó en mi mente fueron las rosas: una flor que encierra el erotismo, la belleza y la dureza. Sus pétalos, suaves y delicados, contrastan con un tallo cubierto de espinas. Así la describo: hermosa, pero también peligrosa.
2.- La novela juega constantemente con la tensión entre belleza y muerte. ¿Te planteaste desde el inicio que las flores (y en especial las rosas) fueran un símbolo narrativo tan potente?
Desde el inicio tuve claro que quería jugar con esa dualidad: lo bello que atrae y lo peligroso que hiere. La rosa no es solo una flor, es un recordatorio de que lo que seduce también puede destruir. Me parecía un símbolo perfecto para reflejar el erotismo y la muerte, dos fuerzas que se entrelazan a lo largo de la novela. Las flores, en especial las rosas, no son un simple adorno en la historia: son un lenguaje secreto, un espejo del alma de los personajes.
3.- Ariadna evoluciona de observadora a cómplice, de fascinada a peligrosa. ¿Cómo fue construir un personaje femenino que se apropia de la oscuridad sin pedir disculpas por ello?
Construir a Ariadna fue un verdadero reto, porque en ella conviven las fuerzas del bien y del mal. Al inicio, se deja envolver por la belleza de los pétalos de la rosa, pero pronto descubre que esa misma rosa guarda un tallo lleno de espinas: un lado oscuro inevitable. Su evolución nace precisamente de esa dualidad. El amor, en su forma más visceral, puede transformar a una persona hasta llevarla a territorios que parecen absurdos o incomprensibles. Ariadna se adentra en ese espacio sin pedir disculpas, rompe con el estereotipo de la mujer sumisa y se apropia de su deseo, de sus sombras y de su poder. Quise que fuera un personaje que mostrara cómo lo femenino también puede ser peligroso, macabro y, al mismo tiempo, profundamente guiado por los dictados de su corazón.
4.- La relación entre Gael y Ariadna rompe con los códigos del amor romántico tradicional. ¿Buscabas deliberadamente incomodar al lector o simplemente contar una historia que no encajara en moldes?
Por supuesto, esa incomodidad que a la vez atrapa al lector era lo que buscaba principalmente. Igual que existen infinitos tipos de flores, también existen múltiples formas de amor y de relaciones. Cada una nace de los sentimientos de quienes la viven y, en su máxima expresión, el amor tiene la fuerza de romper cualquier paradigma establecido. La relación entre Gael y Ariadna es un claro ejemplo de ello: un vínculo oscuro, perturbador, que se aparta del molde del amor romántico tradicional. Puede que desde la moral humana resulte inaceptable, pero dentro de la lógica del sentimiento, del deseo y del amor en su estado más puro, adquiere pleno sentido. Su historia es incómoda, sí, pero precisamente por eso es tan poderosa.
5.- ¿Qué papel juega el erotismo en tu narrativa? ¿Es solo pulsión física o lo entiendes como parte de la identidad y el poder de los personajes?
El erotismo tiene un papel fundamental en la novela porque, para mí, es la máxima expresión de la atracción y del amor que viven los protagonistas. Me gusta pensar que en la vida existen tres grandes fuerzas que guían al ser humano. La primera es la cabeza, que analiza, cuestiona y pone en duda si lo que hacemos es correcto o no. La segunda es el corazón, que dicta las leyes de los sentimientos y nos impulsa a llorar cuando algo duele o a reír cuando algo nos conmueve. Y la tercera es el instinto, esa fuerza que nace de lo más profundo y que te empuja a actuar sin pensar: escribir una historia, besar a quien amas o huir de un peligro.
En la relación entre Gael y Ariadna estas tres fuerzas conviven, pero es el instinto el que da sentido al erotismo que los une. Es lo que los empuja a vivir su amor sin miedos, sin remordimientos, con pura pasión.
6.- Lilith, la hija, cierra la novela con una presencia inquietante y prometedora. ¿La concibes como una heredera de esta historia o como el inicio de una nueva generación más libre aún?
Lilith, fruto del amor y la pasión de Gael y Ariadna, es la heredera del caos creado por sus progenitores. Ella vivirá su propia historia romántica, pero nos deja una pregunta abierta: ¿el lado oscuro de sus padres se hereda, o el futuro le ofrecerá un amor capaz de transformarla, como le ocurrió a Ariadna? Lilith simboliza una nueva libertad, la promesa de una generación distinta. Con ella comienza una nueva estirpe, nacida de la oscuridad pero con la posibilidad de reinventarse. Gael y Ariadna fueron los fundadores, pero Lilith deja claro que no será la última.
7.- Si tuvieras que resumir Jardín de rosas rojas en una frase que no encajara en la contraportada, pero sí en una advertencia al lector, ¿cuál sería?
En este jardín, el amor florece con la misma fuerza con la que puede destruir.
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